LA LENGUA EN LA CONCEPCIÓN ANTISEMITA DE WAGNER // Pablo Cúneo

 

A pesar de que el antisemitismo desplegado por Wagner (1813 – 1883) no tenía un fundamento racial como fue desarrollándose hacia finales del siglo XIX, sí tuvo una gran influencia, hasta el punto de que el propio Hitler, uno de sus admiradores, se nutrió de él. Wagner es quien introduce en el habla alemana el término “judaización” (Verjudung), para señalar la influencia judía que como elemento ajeno al espíritu alemán lo corroe y lo corrompe. “La influencia que los judíos han adquirido sobre nuestra vida espiritual como su manifestación a través de la desviación y del falseamiento de nuestras tendencias culturales más elevadas, no constituye un mero accidente acaso sólo fisiológico, sino que es fundamental reconocerla como irrefutable y decisiva. No estoy en situación de juzgar si la decadencia de nuestra cultura podría detenerse mediante una expulsión violenta”, dirá Wagner.

Algunas de las ideas y diatribas de Hitler que veía al judío como un bacilo que se propaga en el “cuerpo” alemán parecen ser un eco de ideas expuestas por Wagner cuando dice de los judíos: “Un elemento totalmente ajeno a este organismo vital jamás habría podido participar de su crecimiento. Sólo cuando se hace patente la muerte interior de un cuerpo, los elementos extraños adquieren la fuerza necesaria para apoderarse de él, aunque sólo para descomponerlo. Entonces su carne se deshace en una pululante miríada de gusanos… Sólo en la auténtica vida podemos reencontrar el espíritu del arte, pero no en un cadáver devorado por los gusanos.” Esta idea se hizo carne en Hitler como una “metáfora” delirante.

Wagner denuncia la judaización de la vida alemana en diferentes ámbitos artísticos: la escultura, el teatro, la poesía y especialmente en la música. Sus ideas fundamentales las desarrolla en un opúsculo denominado El judaísmo en la música escrito en 1850 con el pseudónimo de “K. Freigedank” (pensamiento libre), texto que es reimpreso en 1869 con su verdadero nombre al que le agrega un prólogo y una explicación final.

Lo primero que señala es la apariencia externa del judío tan desagradable y ajena a la europea, habla de la aversión instintiva que provoca “la personalidad y la esencia de los judíos” y que ante ello no habría que autoengañarse viendo con malos ojos lo que se siente.

La incapacidad del judío para mirar la belleza explica que no se encuentren artistas plásticos ni tampoco un poeta. Siendo el judío incapaz de expresar en forma artística sus sentimientos por medio del discurso, menos podrá hacerlo a través del canto. En este punto es donde cobra toda su importancia la lengua para la construcción antisemita de Wagner. El judío es un apátrida hablando una lengua extranjera – “nuestra lengua”- lo que hará que solo pueda repetir o imitar pero nunca crear, de ahí que los hacedores de música judíos hagan uso de un “lenguaje simiescamente imitativo”.

Wagner expresa su rechazo y repulsión por la lengua hablada por los judíos, “especialmente la expresión puramente sensual de la lengua judía”, poniendo énfasis en lo que llama la pronunciación semita. Dirá que “resulta decididamente ajeno y desagradable la articulación siseante, estridente, zumbante y arrastrada del habla judía”, que se transforma en un parloteo insoportable, agregando que “al igual que en esta jerga (judía) se entremezclan desordenadamente las palabras y constructos con una sorprendente falta de expresividad, el músico judío también mezclará las distintas formas y variantes estilísticas de todos los maestros y de todos los tiempos.”

Es importante tener en cuenta que antes de llegar por la vía de las ideas pseudo-científicas de la biología, el racismo que se instaló en Europa comenzó en el ámbito del estudio de las lenguas. La clasificación de estas en semitas y arias surge de la filologia del siglo XIX, ahí comienza a expresarse la idea de que los pueblos semitas son inferiores a los arios. Uno de sus exponentes fue Ernst Renán (1823 – 1892), un hebraísta que al comparar las lenguas semitas con las denominadas indoeuropeas considera que las categorías de las lenguas son reflejo del espíritu de los pueblos que las construyen. Propone hablar de razas lingüísticas más que razas antropológicas, hay para él una humanidad superior y ella está representado por los pueblos de Europa, mientras los semitas sin ser los más bajos eran inferiores a los europeos. Su lengua, para Renán, es más concreta, sin tener la capacidad de abstracción que la de los indoeuropeos. Si bien por su carácter se adapta a la poesía y a lo musical, para Renán las lenguas semitas son impotentes para pensar lo múltiple, la metafísica y en general las operaciones intelectuales creadoras; todo lo contrario a lo que pueden las lenguas arias.

Obviamente todas estas ideas chocaban con una Europa que hizo de un judío el artífice de su religión. Por ello Renán se sumó al movimiento de su época que quiso independizar el cristianismo y a Jesús mismo de su judaísmo: “En el fondo Jesús no tiene nada de judío”, dirá. Y también: “Producto integralmente judío en su origen, el cristianismo logró de tal modo, con el tiempo, despojarse de casi todo lo que debía a la raza, de manera que la tesis de quienes lo consideran como la religión aria por excelencia es verdadera en muchos aspectos”.

El extremo de esta posición será asumida por Richard Wagner que siguiendo a Fitche hará de Jesús directamente un ario.

Sintiéndose perseguido por los judíos que tratan de impedir su desarrollo artístico al dominar los teatros y la prensa, Wagner señala el que a pesar de su incapacidad por su aspecto externo, por su lengua y el canto el judío domina el gusto que tiene la gente, afirmando que “la judaización del arte moderno salta a la vista y ella sola se confirma ante los sentidos”’.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Olender, Maurice – Las lenguas del paraíso. F.C.E, 2005. Buenos Aires.

Wagner, Richard – El judaísmo en la música. Hermida editores, 2013. Madrid.

 

  

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