
¿Debería ser voluntario el uso del hiyab? ¿Ya lo es?
El hiyab es un velo que cubre la cabeza y el pecho, que las mujeres musulmanas usan en presencia de hombres que no sean de su familia inmediata [1]. El Corán advierte a las mujeres musulmanas que deben ser recatadas, proteger sus partes privadas, colocar sus velos sobre sus pechos, y no mostrar su belleza ni sus ornamentos a varones que no sean de su familia cercana (Corán 24:32) [2]. Sin embargo el Corán, igual que la Biblia, es interpretado de diferentes maneras por sus creyentes en diferentes partes del mundo, por lo que eso puede significar que las mujeres deben usar hiyab, o usar otro tipo de indumentaria musulmana, como el burka, el nicab o el chador, o incluso no usar ninguna de estas prendas.
Hay países musulmanes teocráticos gobernados por la sharía, que establecen un código estricto de vestimenta para las mujeres. Uno de ellos es la República Islámica de Irán, donde las mujeres no sólo están obligadas a usar hiyab en público, sino que están obligadas a usarlo “correctamente”, por ejemplo, sin mostrar ni un solo mechón de su cabello.
Actualmente el gobierno de Irán enfrenta una ola de protestas provocadas por un hecho realmente absurdo: el 16 de septiembre de 2022, la joven de 22 años Mahsa Amini falleció como consecuencia de golpes en la cabeza que recibió por parte de la “Policía de la Moral”, como parte de una supuesta “orientación islámica”, por no usar “correctamente” su hiyab. A raíz de esto, muchas mujeres iraníes, obligadas por su religión y por su gobierno a usar hiyab, se lo han quitado públicamente en forma desafiante, incluso quemándolo en la calle.
Lo curioso es que muchas mujeres musulmanas alrededor del mundo creen que ellas usan hiyab o cualquier otro ‘outfit’ de la cultura musulmana, porque a ellas les da la gana, y hasta llegan a decir que nadie tiene derecho a decirles que no lo usen. Pero ya sabemos cómo funciona la programación religiosa, profundamente penetrada en la mente de las personas desde su temprana infancia. Si le preguntas a un católico por qué se humilla ante figuras de yeso, te dirá lo mismo: “Lo hago porque es mi decisión, nadie me lo ha impuesto, y nadie tiene derecho a decirme que no lo haga”.
Para saber por qué usan hiyab, se ha consultado a musulmanas de diferentes nacionalidades: Una chica de Indonesia dice usarlo porque así se siente protegida de las miradas de los hombres que no sean miembros de su familia [3], lo cual da entender que los hombres son una pandilla de violadores que se excitan sexualmente al ver el cabello de una mujer, una idea que habría sido transmitida por la cultura islámica. Hoy sabemos que la pasión erótica por el cabello humano, llamada “tricofilia” o fetichismo del cabello, «es una parafilia en la que la excitación sexual es alcanzada por la interacción con el cabello humano, especialmente el de la cabeza.» Y que las «manifestaciones pueden ir desde besar la cabeza de una persona a la excitación por observar el cabello o cómo éste es acicalado.» [4] Anteriormente ésta y las demás parafilias eran consideradas como “perversión” o “desviación” sexual. Hoy son vistas sólo como un patrón de comportamiento sexual, sin que necesariamente sean algo nocivo. Sin embargo, cualquier hombre al que una parafilia lo induzca al abuso sexual, tiene que ser considerado no sólo como un trastornado, sino como un peligro social. ¿Así se ven los musulmanes a sí mismos?
Lo curioso es que los musulmanes castigan o reprimen a la mujer por su supuesta provocación sexual, y no a los depravados que sólo piensan en violar a la primera mujer que les muestre su cabello. De hecho en la cultura musulmana una mujer violada puede resultar castigada, y no su violador, tal como ocurrió a la periodista mexicana Paola Schietekat, después de trabajar en una cobertura noticiosa en Qatar.
Otra chica de Malasia dijo que usar hiyab fue una decisión que tomó para contarle al mundo sobre su fe [3], obvio lavado cerebral religioso. Otra de Indonesia, dijo que lo usaba desde que cumplió 12 años, y que las mujeres musulmanas deben usarlo (otro lavado cerebral), y otra también de Indonesia, dijo que lo usaba “Para ser una buena musulmana”, porque por supuesto, tenía “que seguir lo que está escrito en el Sagrado Corán, y usar el hiyab es una de ellas” [3].
Por su parte una argentina convertida al islam dijo que nadie la había forzado a usar el hiyab, mientras que otra compatriota suya dijo que lo usaba porque así lo sentía, y que sin él se sentiría desnuda, además de que formaba parte de la religión que eligió [3]. ¿No es interesante desde el punto de vista psicológico?
Es obvio entonces que mujeres fuertemente adoctrinadas (desde su infancia o no) por esta perniciosa religión, pueden estar “convencidas” de que todo lo que hacen es completamente de “libre” elección para ellas. Toda mujer adoctrinada y fiel creyente de cualquier religión piensa igual. Y en los hombres funciona también así. Pero en el fondo de toda esa “libertad” hay una amenaza latente: si no haces lo que establece tu religión serás rechazada por tu familia, por tus amistades, por tu sociedad, además de que te espera un castigo en el más allá. Sí, porque toda mujer musulmana cree que si no cumple con lo ordenado por el profeta Mahoma o sus representantes, estará destinada al Yahannam, el infierno islámico, un lago de fuego sobre el que hay un puente por el que deben cruzar las almas de los muertos para entrar en la Yanna, el Paraíso musulmán. Y caen al Yahannam quienes no están en la gracia de Alá, así como nosotros los no-creyentes, y los que no permanecen fieles al islam. Aunque al final, sólo Alá sabe misteriosamente quién irá al Yahannam y quién al Paraíso [5]. Pero lo que sí es cierto es que a los más de dos mil millones de cristianos que hay en el mundo, así como a nosotros los ateos, lo que nos espera es el Yahannam. Así que allá nos vemos. (Por suerte las almas no tienen sistema nervioso para sufrir calor, dolor o ardor en el lago de fuego, algo así como lava volcánica.)
Pero volviendo al hiyab, por si no fueran suficientes el rechazo social o el temor a castigos sobrenaturales, también están las sanciones de países como Irán, donde la mujer que no lo usa o no lo usa “correctamente”, puede recibir un castigo físico, que incluso la puede llevar a la muerte.
[Godless Freeman]



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