EDITORIAL – COMICIOS EN ISRAEL

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Ec. Óscar Zwaig

Director de la Corriente Judía Humanista Secular y Mensuario Identidad

 En estas horas corren ríos de tinta en Israel y el mundo sobre los cambios radicales y profundos que se avecinan tras conocerse los resultados de la última elección.

En primer lugar, celebrar el hecho de que, una vez más, es el pueblo el que se expide a través de las urnas, consolidando el juego democrático.

La Corriente Judía Humanista Secular no se inmiscuye en el complejo proceso electoral israelí, lo cual corresponde de manera exclusiva a sus ciudadanos.

Si nos puede desconcertar, como observadores lejanos, atentos y sensibles a los vaivenes del único Estado Judío del mundo (cuyo derecho a la existencia y seguridad son inalienables e indiscutibles desde nuestra perspectiva) la fragilidad que muestra el sistema. Este suele llamar a elecciones con una periodicidad tal que impide la estabilidad necesaria para pensar serenamente a mediano y largo plazo.

También nos sorprende y nos acongoja la virulencia de la política israelí, con el insulto y el desprecio como argumento frente a quienes no están en la misma vereda política.  Estas características, que parecen ser una tendencia creciente en el mundo, deterioran la calidad de cualquier democracia que se precie de tal.

Pero sí nos parece importante expedirnos sobre algunas tendencias que nos preocupan y que, pese a no ser actuales, confirman un panorama a veces desolador, a veces descarnado.

Quien se ha erigido como el nuevo actor relevante de la política israelí, Itamar Ben Gvir, es un ex seguidor del rabino supremacista judío Meir Kahana, de abiertas posturas racistas frente a los árabes. Y si bien en los últimos tiempos se ha desmarcado de su antiguo referente, sus dichos y acciones no parecen ir precisamente en sentido contrario. Incluso, sus provocaciones han sido confrontadas por otros líderes ortodoxos.

Para quienes consideramos que los aspectos religiosos pueden ser fundamentales para elevar el espíritu y permitir a los humanos trascender de su esfera material, la existencia de aquellos que utilizan la religión para proyectar sus aspiraciones políticas, manipulando las escrituras para alcanzar sus fines mundanos, suele tener siempre resultados explosivos.

No es inusual, en la historia de la humanidad, que grupos y personas fundamentalistas y antidemocráticas utilicen mecanismos democráticos para alcanzar el poder, sin creer en la libre confrontación de las ideas, y en la porción de verdad que pueda poseer “el otro”.

Cuando los “dueños de la verdad revelada” se apropian del poder y lo ejercen con un control absoluto se crean las “Teocracias”, verdaderos azotes para sus propios conciudadanos y vecinos.

Para quienes conocemos Israel; diverso, creativo, inclusivo, plural, multicultural, tecnocientífico, anhelamos que quienes gobiernen (que han sido desde siempre seculares) logren el equilibrio necesario para no agrietar más una sociedad que está al borde de un conflicto interno que separa ortodoxos y laicos, independientemente del conflicto histórico con árabes y palestinos.

Obviamente la ausencia de interlocutores válidos, el estancamiento de las negociaciones, la escalada de atentados terroristas, abonan un terreno de “imposibilidad” de un acuerdo de paz que dé solución definitiva al eterno conflicto, lo cual profundiza posturas radicales y xenófobas. Y posiblemente allí estriba la opción de muchos a la hora de emitir su voto.

Quizás en estos tiempos de diatribas y enconos, sea necesario volver al sosiego, a repensarnos como sociedades, y a procurar siempre un futuro mejor para las futuras generaciones, lejos de los odios milenarios y de los tambores de guerra que solo traen dolor y desesperanza para los pueblos.

En nuestras fuentes podemos beber del Profeta Isaías 2:3-4: “…convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra”.

Ojalá que puedan servir de inspiración para quienes conduzcan los destinos de cualquier nación.

 

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