El mundo después del coronavirus, según Yuval Noah Harari

Foto: Facebook / Yuval Noah Harari

“Esta tormenta pasará. Pero las elecciones que hacemos ahora podrían cambiar nuestras vidas en los años venideros”, dice el pensador israelí.

El filósofo, escritor e historiador israelí, Yuval Noah Harari, ha publicado esta semana una columna de opinión en el Financial Times y ya ha dado de qué hablar en todo el mundo.

Para Harari, hay que actuar “rápida y decisivamente” si queremos poder enfrentar la pandemia global de la mejor forma posible, pero ese no es el foco de su artículo que titula “El mundo después del coronavirus”.

“Debemos tener en cuenta las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones”, dice Harari. “Al elegir entre alternativas, debemos preguntarnos no solo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué tipo de mundo habitaremos una vez que pase la tormenta. Sí, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros aún viviremos, pero habitaremos en un mundo diferente”, vaticina.

Para el escritor y profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, las medidas a corto plazo se convertirán en un elemento vital para salvar la mayor cantidad de vidas. Considera que es en las emergencias cuando se ve la premura con que la humanidad podría aprobar medidas y acciones normalmente: “Las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberación se aprueban en cuestión de horas”, asevera.

Colaboración y vigilancia

“Para detener la epidemia, poblaciones enteras deben cumplir con ciertas pautas”, añade Harari. “Hay dos formas principales de lograr esto. Un método es que el gobierno haga un monitoreo a las personas y castigue a quienes infringen las reglas. Hoy, por primera vez en la historia humana, la tecnología hace posible monitorear a todos todo el tiempo. Hace cincuenta años, la KGB no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, ni podía esperar procesar efectivamente toda la información reunida. La KGB dependía de agentes y analistas humanos, y simplemente no podía ubicar a un agente humano para seguir a todos los ciudadanos. Pero ahora los gobiernos pueden confiar en sensores ubicuos y algoritmos poderosos en lugar de fantasmas de carne y hueso”, continúa.

En ese sentido se han visto acciones como las del gobierno chino, que hipervigila a sus ciudadanos no solo durante la pandemia sino en general en la vida diaria desde hace años. De forma semejante, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aprobó a la Agencia Nacional de Seguridad el despliegue de tecnología de vigilancia a fin de castigar a todas las personas que violen la cuarentena durante la pandemia.

“La tecnología de vigilancia se está desarrollando a una velocidad vertiginosa, y lo que parecía ciencia ficción hace 10 años son hoy viejas noticias. Como experimento mental, considere un gobierno ficticio que exige que cada ciudadano use un brazalete biométrico que monitorea la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca las 24 horas del día. Los datos resultantes son atesorados y analizados por algoritmos gubernamentales. Los algoritmos sabrán que estás enfermo incluso antes de que te des cuenta, y también sabrán dónde has estado y a quién has conocido. Las cadenas de infección podrían acortarse drásticamente e incluso cortarse por completo. Tal sistema podría detener la epidemia en cuestión de días. Suena maravilloso, ¿verdad?”, hipotetiza Harari.

Eso representaría, además, una desventaja para las libertades individuales. Se sabe, por ejemplo, que si haces click en un enlace de un medio de noticias todas esa información Google, Facebook y otras plataformas la recopilan y lucran con ellas por medio de publicidad.

“Podría, por supuesto, defender la vigilancia biométrica como una medida temporal tomada durante un estado de emergencia (…) Pero las medidas temporales tienen el desagradable hábito de sobrevivir a las emergencias, especialmente porque siempre hay una nueva emergencia al acecho en el horizonte”, alerta.

La segunda etapa necesaria para lograr salir de la pandemia es, por supuesto, la colaboración de la ciudadanía. Pero, para lograr la cooperación irrestricta y sin cuestionamiento se necesita que el pueblo confíe en la ciencia, en los medios de comunicación y en las autoridades gubernamentales y sanitarias. “En los últimos años, los políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia, en las autoridades públicas y en los medios de comunicación. Ahora, estos mismos políticos irresponsables podrían verse tentados a tomar el camino al autoritarismo, argumentando que simplemente no se puede confiar en que el público haga lo correcto”, añade Harari en el artículo del FT. “La confianza que se ha erosionado durante años no se puede reconstruir de la noche a la mañana”.

“La epidemia de coronavirus es, por lo tanto, una prueba importante de ciudadanía. En los días venideros, cada uno de nosotros debería optar por confiar en los datos científicos y los expertos en atención médica por encima de las teorías de conspiración infundadas y los políticos egoístas. Si no tomamos la decisión correcta, podríamos encontrarnos renunciando a nuestras libertades más preciadas, pensando que esta es la única forma de salvaguardar nuestra salud”, concluye.

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