Serie: El estado de la utopía
Roberto Blatt
Aunque hay quienes inmediatamente quisieron asociar la pandemia a la crisis ecológica, se cree que este virus, como varios anteriores, emergieron del uso que la medicina tradicional china practica con animales en estado de putrefacción desde una ancestral antigüedad. Por lo tanto, el problema parece haber surgido por hábitos del pasado y no por las agresivas actividades industriales de la modernidad.
Pandemia y una utopía doméstica
Mucho se ha insistido sobre el impacto del turismo y el tráfico aéreo en la difusión de esta y otras enferme dades, y sin duda ello ha acelerado la expansión del virus, pero aunque avan
zando muy lentamente, contaminando todo a su paso, la Peste Negra alcanzó Marsella desde China y acabó con un tercio o, según algunos, la mitad de la población de Europa del siglo XIV.
Por cierto, con la aviación y los avances tecnológicos se acelera tanto el contagio como la eventual cura: ya se ha descrito el genoma del virus, y se ex perimenta globalmente con medicinas y vacunas. Durante la peste del pasado idealizado ni siquiera se descubrió el beneficio de lavarse las manos. Para eso hubo que esperar hasta mediados del XIX, a un tal Semmelweis, pero eso es otra historia.
Por lo que a mí atañe, lo primero que me ha llamado la atención ha sido que la pandemia, comprensiblemente, ha promovido una súbita necesidad de acceder a verdades fiables, colectivas y consensuadas, en franco contraste con la alegre disolución de ese tipo de verdades en el período inmediatamente anterior. Sesudas hipótesis científicas que sobre la naturaleza del Sars-2 van formulándose tentativamente, encuen tran mucho interés del público en general que sigue, igualmente atento, a las continuas refutaciones.
En paralelo, las teorías de conspi ración también se han multiplicado representando esa variante fundamen talista siempre presente entre aquellos que, aunque experimentan la misma sed de explicaciones que la gente razo nable, destacan por aborrecer la ines capable complejidad de la realidad. Así las resume este inspirado meme:
El estado de la utopía Últimos artículos publicados en esta serie:
(I) Futuro Imperfecto. (Roberto Blatt, Nº 398) (II) Infierno y paraíso. (Roberto Blatt, Nº 410) (III) Guerra y Paz. (Roberto Blatt, Nº 411)
(IV) A diestra y siniestra. (Roberto Blatt, Nº 412) (V) Educación o entretenimiento. (Roberto Blatt, Nº 413)
(VI) Inclusión, exclusión. (Roberto Blatt, Nº 414) (VII) Los dos mercados. (Roberto Blatt, Nº 415)
Pero hasta los más aficionados a estrafalarias conspiraciones se dedican a hacer un peinado continuo de fuen tes tradicionales de información, inclu yendo conferencias de prensa guberna mentales que antes eran ignoradas pero que ahora disfrutan de gran audiencia en “prime time”, a menudo por encima de los programas más populares de entretenimiento, aunque algunos las aprovechen para alcanzar disparatadas interpretaciones.
Las redes sociales, indiferentes a verificaciones y argumentos, se habían hecho adictas a juicios subjetivos del tipo “me gusta”, “me encanta” o “me encoleriza”. Pero este nuevo peligro real y global ya no tolera tal atomiza ción narcisista: la utopía personal del paraíso ensimismado de tipo cocooning no es equivalente al obligado aisla miento necesario para evitar el conta gio al virus.
Más bien se ha instalado de forma espontánea un nuevo paradigma que en gran medida concilia los objetivos irreconciliables de las dos corrientes ideológicas tradicionales de derechas e izquierda, la liberal y la socialista. La primera ha tendido a priorizar la liber tad individual y la segunda el interés colectivo.
Este virus fuerza por un lado un aislamiento y una concentración exa cerbados de la individualidad, y por el otro requiere para poder sostenerse de una extrema solidaridad social, situada allá afuera a una distancia/cercanía dialéctica y eléctrica. La conexión des de Montevideo con mi hijo en Madrid es idéntica a la que existe con su vecina
madre también madrileña que pertenece a un grupo de riesgo y no puede cohabitar con él.
La mayor lejanía que me sepa ra de ellos es temporal, la de los husos horarios.
Por otra parte, se ha ins talado la distancia social y tendemos a echar de menos el contacto físico. Sin embargo, descubro en mis contadas visitas al supermercado que además de la separación mínima de metro y medio y del anonimato parcial consecuencia de las máscaras, evitamos mirarnos o expresar emoción alguna, incluso con cara des tapada, aunque demostremos una exquisita cortesía para permitir que alguien se nos adelante en una góndola o frente a la caja.
Nos comportamos, con la misma educada incomodidad que se apodera de nosotros cuando compartimos un estrecho ascensor. Diríase que el coro navirus ha demostrado que en realidad estamos hartos de un acumulado exce so de contacto, de sobreexposición, tal vez a una gran proporción de nuestros amigos, como los masivamente conta bilizados en Facebook.
El Zoom es una buena indica
ción de esta posible evolución (o involución): se exhibe lo que estamos dispuestos
a mostrar (incluso lo inexistente como un frente de biblioteca fotografiada y pegada a
un cartón para servir de fondo intelectual, que ya se está vendiendo a 130 euros la pieza) y
a ocultar lo más privado.
Podríamos asistir a una “reunión” desnudos de la cintura
para abajo y apartar la cámara para levantarnos para lo que sea
Volvamos a la repentina sed de información veraz exigida por el gran público. No nos equivoquemos, esa sed no está generalizada. Quedó prácti camente congelado el interés por todos los conflictos habituales, incluso el siempre presente Medio Oriente; sólo vende el coronavirus alimentando un sinfín de informaciones sobre sus con secuencias sanitarias, económicas y po líticas que adoptan, como las noticias tradicionales, el modelo de “scoop” de vigencia efímera, diariamente sustitui do para mantener a las “rotativas”, aho ra digitales, en movimiento….
Y según mi amigo Oscar Sarlo, no es casualidad que, junto a la impres cindible mensajería, los medios de co municación y las fuerzas de seguridad, sean las únicas instancias con licencia de libre circulación. Aunque él no lo atribuye a conspiración alguna, tampo co le cabe duda de que la situación, que requiere además una intervención de apoyo social a la población que la recibe agradecida como si fuera un regalo y no la natural gestión de sus impuestos, ha sido una oportunidad para que gobier nos de derecha e izquierda declaren esta dos de excepción, de alerta o de alarma social y se arroguen poderes especiales de intervención y vigilancia,
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