MEDICINA: ARTE DE CURAR…Y DE MODIFICAR (Profesionales de la salud, ¿profesionales del bienestar?)

 

Por Jorge Oscar Rossi[1]

 

¿Médicos eran los de antes?

Ir al médico no es lo que era…y no me refiero a la actual pandemia.

El “noble arte de curar” se ha ido transformando de tal manera que casi no se lo reconoce.

Como sabemos, en la actualidad, la prestación de servicios de salud, en la gran mayoría de los casos, se realiza en forma empresarial y masiva.

En ese marco, los médicos son solo un eslabón de una vasta cadena compuesta por sujetos a menudo reemplazables. Más que de “médicos”, se habla de “sistema de salud” o “sistema de prestaciones médicas”, para hacer hincapié en la pluralidad de agentes (médicos que atienden en su consultorio, clínicas, obras sociales, empresas de medicina prepaga, empresas de traslados en ambulancia, laboratorios de análisis, etc.) que pueden intervenir en la salud de un paciente determinado.

A manera de breve recapitulación, cabe recordar que la actividad de los profesionales del arte de curar las dolencias humanas se ha desarrollado a lo largo de la historia de muy diversas maneras. Al principio estuvo ligada a las creencias y prácticas religiosas de una comunidad determinada. Así, los encargados de curar eran los hechiceros, chamanes, sacerdotes o magos.

Luego, ya total o parcialmente separada de la religión, la medicina siguió conservando un carácter meramente empírico: el diagnóstico se hacía basándose exclusivamente en los síntomas y se aliviaba el dolor, aunque no se curase ni se supiese el origen de la enfermedad.

Los siglos XVIII y XIX trajeron un formidable avance en la medicina como ciencia: el descubrimiento de la etiología de numerosas enfermedades infecciosas, la invención de sueros y vacunas, la introducción de reglas de asepsia, la creación de nuevo instrumental quirúrgico y la utilización de drogas anestésicas en la cirugía son solo algunos ejemplos. Esta medicina científica y racionalista estableció una forma de relación entre el médico y el paciente que, aunque en retirada, se mantiene, culturalmente y en ciertos aspectos, en la actualidad.

En efecto, puede decirse que la medicina científica occidental “tradicional” descansaba sobre tres pilares ideológicos: Humanismo, Libertad de elección y Paternalismo”.

Humanismo en tanto que el médico atendía la salud del paciente sin olvidar que estaba tratando con una persona a quien se le debe respetar en su intimidad, dignidad e integridad. Libertad de elección, porque el paciente es quien decide con qué médico desea asistirse. Finalmente, el Paternalismo está dado en el hecho de que en la relación médico-paciente prevalece la autoridad científica de aquel, quien se maneja como una suerte de padre del paciente, decidiendo lo que considera más conveniente para su salud.

Sin embargo, el extraordinario avance tecnológico y científico registrado en el campo de la salud ha modificado profundamente este estado de cosas. Las causas son múltiples, pero pueden citarse las siguientes:

  1. Proliferación de especializaciones médicas. (v. g. cardiología, ginecología, andrología, urología, gastroenterología, neumología, otorrinolaringología, etc.), lo que hace que el paciente sea revisado y/o derivado por una pluralidad de profesionales.
  2. Encarecimiento de los costos de la atención médica. Diagnósticos y tratamientos que implican el uso de sofisticada aparatología (tomógrafos, equipos para micro o criocirugía, etc.) o de nuevos medicamentos que tienen un costo prohibitivo para la mayoría de las personas.
  3. Adopción de formas empresariales en la actividad médica. Las clínicas médicas y los sistemas de obras sociales y de medicina prepaga representan intentos de solución al problema de los altos costos enunciados precedentemente. Se busca de esta forma posibilitar el acceso a la moderna y cara medicina actual mediante una organización que preste sus servicios, no ya a un paciente individualmente considerado, sino a un “público usuario” masificado.
  4. Creciente deshumanización de la actividad médica. Como resultado de lo visto en los tres ítems anteriores, se da la paradójica situación de que mientras, por un lado el paciente se ve hoy día enormemente beneficiado con el progreso de la ciencia médica, que logra curaciones o alivios impensados hasta hace poco, por el otro es cada vez más tratado como una cosa (un número de afiliado o de cama o de historia clínica para la obra social, un fémur fracturado para el traumatólogo, unos pulmones con silicosis para el neumólogo, etc.) y menos como a un ser humano merecedor de respeto.
  5. Pérdida de la libertad de elección por parte del paciente. En muchos sistemas empresariales de atención médica se impide o limita considerablemente la elección de los profesionales a sus afiliados o asociados. Si estos requieren atención médica, tendrán que recurrir a los profesionales designados por la clínica, la obra social o la empresa de medicina prepaga.
  6. Acentuada mercantilización de la actividad médica. El prestador del servicio médico es, en muchos casos, un empresario, persona humana o jurídica, que contrata a profesionales y personal auxiliar a fin de brindar el servicio. Cada día se da menos el caso del médico que atiende en su propio consultorio a pacientes particulares. El empresario prestador del servicio médico busca, naturalmente, lucrar con su actividad, pero, en muchos casos, esta búsqueda de la rentabilidad se realiza por medio de procedimientos que conspiran contra la salud de los afiliados o asociados. Esto se da, por ejemplo, cuando se pretende conseguir o aumentar la ganancia mediante reducción de costos y se despiden médicos y/o personal auxiliar, o se eliminan prestaciones, o se reducen los días de internación sin cargo. Esta visión comercial, en la peor acepción del término, que tienen muchos empresarios de la medicina, reduce al paciente a una suerte de mercancía a la que hay que sacarle el máximo provecho.
  7. Des-jerarquización de la actividad médica: Como exagerada reacción a la práctica de decidir autoritariamente lo que “debe hacer” el paciente, se pasó en muchos casos, a una relación médico paciente falsamente igualitaria en la que el primero se limita a realizar el tratamiento que pretende el segundo, como un sastre al que el cliente le indica de qué color y con qué medidas quiere el traje. El profesional queda reducido a una suerte de técnico.
  8. Un neopaternalismo en la relación médico-paciente. En muchos casos, al paciente-mercancía se lo trata como un ente pasivo al que se lo atiende en el menor tiempo posible, se le receta algo y se le brinda el mínimo (o nada) de explicaciones e información.

Esto último por dos razones:

  1. Por un lado, muchos médicos todavía piensan que los pacientes no están en condiciones de entender el origen de sus dolencias y el porqué de los tratamientos prescriptos.
  2. Por otro lado, aún hoy persiste en los profesionales el falso concepto de que “cuanto menos se informe al paciente, mejor”, como forma de resguardarse ante eventuales reclamos por mala-praxis.

Hablamos de neopaternalismo para diferenciarlo del paternalismo que mencionamos antes, donde el médico adoptaba una postura de autoridad sobre el paciente y decidía sobre él para intentar curarlo.

En la actualidad, muchos profesionales adoptan esa postura autoritaria con la exclusiva finalidad de desalentar posibles planteos del paciente y/o evitar eventuales responsabilidades.

En este marco fáctico que presenta los cambios que hemos reseñado, con las apuntadas consecuencias de deshumanización, des- jerarquización, restricciones a la libertad de elección y neopaternalismo, se desenvuelve la relación médico-paciente, que, con mayor precisión corresponde llamar “prestador del servicio médico-tomador del servicio médico” o, en forma abreviada, “relación de servicios médicos”.

En efecto, la “tradicional” y directa relación médico-paciente es hoy día solo una de las varias formas en que las partes pueden vincularse a fin de pactar una prestación de servicios médicos.

Modificaciones corporales a gusto del consumidor

Por otro lado, sabemos que la función médica está relacionada con la idea de restaurar la salud o prevenir la perdida de salud. Metafóricamente hablando, el médico lucha contra la enfermedad, atendiendo a enfermos o previniendo enfermedades. El paciente concurre al médico porque lo necesita.

Dicho de otra manera, tradicionalmente solo era concebible que el médico intervenga en el cuerpo de una persona para intentar curarla o disminuir los síntomas de una enfermedad o prevenirla.

Nos dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “La salud es un estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad”[2].

“Perfecto bienestar físico, mental y social” …nos evoca un estado que es más un ideal que otra cosa pues, evaluados estrictamente por este parámetro, todos carecemos, en mayor o menor medida, del mismo.

Y quizás por eso, entre otras razones, es que se empezó a difundir otro tipo de intervención médica: Aquí la persona (no cabe hablar de paciente) concurre al médico porque quiere. Va al médico porque busca mejorar o modificar su cuerpo.

Por ejemplo, no le gusta cómo se ve su nariz. No tiene ningún problema respiratorio (no está enfermo), pero no le gusta el aspecto de su nariz. Quiere mejorar su aspecto. No es que se sienta objeto de burlas por el aspecto de su nariz, ni que sufra ataques de pánico por ello. Simplemente, le gustaría que su nariz fuera distinta. Dicho de otra manera, su nariz no le genera ninguna patología, ni física ni psíquica, simplemente quiere cambiarla para “verse mejor”.

Se dice que, en estos casos, el propósito de la intervención médica es el mero embellecimiento, pero podríamos preguntarnos, a tenor de la definición de la OMS, el “mero embellecimiento”, ¿no tiene relación con la salud? Porque, recordemos, no alcanza con “la ausencia de enfermedad” para gozar de salud, sino que se requiere un “estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social”.

También tenemos el caso de la mujer que, sin tener ninguna patología quiere practicarse una ligadura de trompas para no tener más hijos. No es que un futuro embarazo podría poner en riesgo su salud, sea por edad o por antecedentes de partos previos. Simplemente quiere modificar su cuerpo para no quedar embarazada. Lo mismo para el caso del hombre que desea hacerse una vasectomía.

En los casos descriptos no hay enfermedad que tratar o prevenir. Pero, insistiendo con la definición de la OMS, ¿no se está buscando el “bienestar físico, mental o social”.

Expresado de otra manera: la modificación corporal se independiza de la prevención, curación o alivio de patologías. Pero, ¿se independiza de la salud?

¿Qué se busca alcanzar con estas modificaciones corporales?

Más arriba, dijimos: el “bienestar físico, mental o social”.

Podríamos responder, más específicamente, que en algunos casos ese “bienestar” pasa por alcanzar un ideal estético socialmente compartido o, por el contrario, absolutamente individual.
Así, algunos modifican su cuerpo para asemejarse a determinada estrella de cine o asimilarse a determinado canon de belleza que se encuentre de moda, estrechando o ensanchando caderas, aumentando o disminuyendo bustos, glúteos pómulos etcétera.
Otros en cambio, se lanzan a una modificación de carácter absolutamente personal, insertándose colmillos[3] o cuernos, cambiando el color de sus ojos, o rebanando narices y orejas[4]. El cuerpo se modifica cuál objeto de arte o, en otros casos, buscando la denominada transhumanidad[5].
¿Seguimos hablando de ejercicio de la medicina en estos casos[6]? ¿Cuál es la relación entre la salud y afilarse los dientes para parecer un vampiro? Estás prácticas que cómo se dijo, no previenen, ni alivian, ni curan patologías, ¿No las están creando? Esa nariz extirpada, esa lengua ahora partida en dos, esas orejas ausentes, ¿no cumplían una función relacionada con la salud?
En la Argentina la legislación buscó poner límites a las posibilidades de modificación corporal, prohibiendo, como regla, los actos de disposición del propio cuerpo que ocasionen una disminución permanente de su integridad o resulten contrarios a la ley, la moral o las buenas costumbres y toda práctica destinada a producir una alteración genética del embrión que se transmita a su descendencia[7].

Ahora bien, tatuajes, narices perforadas, cambios en la forma de la cabeza, empequeñecimiento de los pies, extracción de dientes sanos, etc., son prácticas realizadas desde antiguo, por motivos religiosos, de pertenencia a determinada clase o como ritos de paso[8].

Ya que estamos, es de notar que las tres grandes religiones monoteístas tienen una mirada negativa acerca de “modificar la obra de Dios”.

Así, en la Biblia, Levítico 19:28, se estipula que “No se harán incisiones en la carne a causa de los muertos, ni tampoco se harán tatuajes. Yo soy el Señor.[9]

Levítico 19:28: es también la fuente de la prohibición para el judaísmo:

“E incisiones por un muerto no haréis en vuestra carne; y rasgos de tatuaje no pondréis en vosotros; Yo soy el Eterno.”[10]

En el Islam, el Corán también se pronuncia en forma negativa, en la Sura 4 versículo 119: “he de extraviarles, he de inspirarles vanos deseos, he de ordenarles que hiendan las orejas del ganado y que alteren la creación de Alá!» Quien tome como amigo al Demonio, en lugar de tomar a Alá, está manifiestamente perdido.”[11]

De todas maneras, en nuestra secularizada actualidad, una de las novedades del fenómeno de las modificaciones corporales es que ahora se hacen “como proyecto personal” aunque, paradójicamente, ese proyecto personal puede haber nacido al estímulo de los “proyectos” difundidos por las redes de comunicación.
Otra novedad, es que muchas de estas modificaciones son estimuladas y publicitadas como otro bien o servicio más, apareciendo como una opción entre irse de vacaciones, cambiar el auto o aumentarse senos y glúteos. Cambiarse la nariz puede ser una opción tan “importante” como cambiar el celular.
Otra, que la modificación corporal pueda estar motivada por la finalidad de acceder a determinado empleo o profesión. Y aquí no hablamos de una exigencia formal, como un requisito impuesto para ingresar a una casta sacerdotal, sino como un “recurso”, una herramienta más para “sumar puntos”, o ” estar mejor posicionados en el mercado”.

Por último, en muchos casos, el “cliente” toma la decisión de realizarse un tratamiento de modificación corporal con determinado médico o institución médica de la mano de campañas publicitarias -en medios gráficos, televisivos y radiales- diseñadas, no para brindar información veraz y detallada sobre tal intervención quirúrgica, sino para inducir en el público receptor la idea de que se trata de una práctica sencilla, infalible, indolora y sin complicaciones. Así, vemos avisos publicitarios que nos muestran un “antes y después” de una liposucción abdominal, por ejemplo, y que nos aseguran que eso nos hará sentirnos más “lindos y felices” y que enseguida nos reintegraremos a nuestra vida normal.

Hoy día, vivimos bombardeados mediáticamente por avisos publicitarios que muestran y proponen un “ideal” o “estándar” de belleza, asociado con el bienestar, la felicidad y el éxito personal y laboral. “Hay que verse” de determinada manera parece ser el mensaje implícito y no tan implícito que viene desde los medios.

Y, a todo esto, ¿dónde queda la salud?

 

Volviendo a la definición de la OMS, entendemos que la clave se encuentra en el término “estado”.

El médico y cualquier otro profesional de la salud debe ser, por su experticia, quien está en mejores condiciones de evaluar que el bienestar que se busca con la modificación corporal no sea pasajero y/o adictivo, cómo el que puede provocar una dosis de cocaína, sino que debe tener “vocación de permanencia”, ni tampoco debe lograrse a costa de un probable malestar futuro. Y, por probable, no estamos hablando de algo meramente posible, sino de un acontecimiento que presente un alto grado de certeza.

La autonomía de la voluntad, el “derecho a disponer del propio cuerpo”, exigen información y reflexión, en especial cuando la modificación corporal produce resultados irreversibles o de muy dificultosa reversibilidad.

Cuando no se siguen esas pautas, la modificación corporal pasa a ser un mero objeto de consumo y el profesional de la salud deja de cumplir su función de tal.

Pero aun en este caso de decidida “mercatización” del “servicio de modificación corporal”, el conocido lema “el cliente siempre tiene la razón” es incumplible, porque cualquier persona tiene el deber de no dañar a otro y en el caso de los profesionales, ese deber es más intenso en todo aquello que incumbe a su especialidad, pues al tener mayor conocimiento, tienen mayor capacidad de prever las consecuencias de determinadas prácticas y, así como las personas tienen el derecho de disponer de su cuerpo, los profesionales tienen el deber y el derecho de negarse a realizar determinadas modificaciones corporales, por más consentimiento que manifieste el cliente. Más allá de los deberes impuestos en la mayoría de los ordenamientos jurídicos, se trata de un compromiso ético.

Lo contrario nos quita todo vestigio de humanidad o, si esto parece exagerado, nos convierte en una sociedad de “técnicos”[12]: personas hábiles en aplicar los resultados de la ciencia o del arte…sin que importen las consecuencias.

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[1] Abogado (Universidad de Buenos Aires), Doctor en Ciencias Jurídicas (Universidad de Morón). Especialista en Derecho de Daños y Derecho del Consumidor. Docente universitario de grado y posgrado. Autor de “Responsabilidad Civil de Prestadores de Servicios Médicos”, de Ediciones D&D, Buenos Aires, Argentina, febrero de 2020 y otras publicaciones de su especialidad. Reside en la República Argentina.

[2] Preámbulo de la Constitución de la Asamblea Mundial de la Salud, adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, Nueva York, 19-22 de junio de 1946; firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Actas oficiales de la Organización Mundial de la Salud, No. 2, p. 100) y que entró en vigor el 7 de abril de 1948.

[3] https://www.20minutos.es/gonzoo/noticia/4442280/0/un-aficionado-a-las-modificaciones-del-cuerpo-se-pone-unos-colmillos-para-parecer-un-orco-intento-ser-yo-mismo/. Es interesante la declaración de este tatuador brasileño: “Estoy tratando de ser yo mismo, estas son solo mis ideas, mis inspiraciones que vienen del corazón”

[4] Varios ejemplos en la nota “Una oreja implantada y cuernos en la cabeza: cómo son los “bodyhackers” más extremos” (https://www.bbc.com/mundo/noticias-43003869)

[5] Si escribimos en Google “transhumanismo que es”, nos devuelve esta definición, extraída del Oxford Languages: “Movimiento ideológico que defiende la mejora de las capacidades físicas, intelectuales y psíquicas del ser humano mediante el uso de tecnología y métodos científicos.

“el transhumanismo propugna el uso de la manipulación genética y la nanotecnología como métodos para mejorar a las personas”. En el artículo “Transhumanismo”, de Elena Postigo Solana, (https://www.bioeticaweb.com/transhumanismo/), se lo define como “…un movimiento intelectual y cultural que sostiene la posibilidad y obligatoriedad moral de mejorar las capacidades físicas, intelectuales y psíquicas de la especie humana mediante la aplicación de nuevas tecnologías y la eugenesia, con la finalidad de eliminar todos los aspectos indeseables de la condición humana como la enfermedad, el sufrimiento, el envejecimiento, e incluso la muerte. El objetivo del Transhumanismo es llegar a una especie transhumana, con mayores capacidades físicas, psíquicas e intelectuales y, posteriormente, a un posthumano, un ser que ya no será humano sino superior a él.

El transhumanismo se llevará a cabo mediante ingeniería genética, eugenesia embrionaria y prenatal, nanotecnología y biotecnología aplicada al cerebro y a potenciar las capacidades sensoriales y cognitivas del hombre. Mediante fármacos que controlen el bienestar emocional y reduzcan el impacto negativo de ciertas experiencias actuando sobre los centros de control y neurotransmisores. Mediante el uso de píldoras de la personalidad que eliminen aspectos negativos como la timidez o que aumenten la capacidad creativa y emocional. Mediante la ampliación de la expectativa de vida utilizando terapias genéticas o métodos biológicos que bloqueen el envejecimiento celular. Mediante la existencia post-biológica, realizando un escaneo de la matriz sináptica del individuo y transmitiéndola después a un ordenador, una especie de emigración de un cuerpo bilógico a un substrato puramente digital. También mediante la creación de “máquinas superinteligentes”, que combinan Inteligencia Artificial con parte orgánica, serán los denominados cyborg (cybernetics-organism), mitad ordenador, mitad orgánico. Por último, mediante la crioconservación de pacientes enfermos o fallecidos y la reanimación futura de pacientes en suspensión criogénica.”

[6] Y nos limitamos en este análisis a los supuestos donde intervienen médicos u otros profesionales de la salud, porque los tatuadores también realizan modificaciones corporales.

[7] Es lo que surge de los artículos 56 y 57 del Código Civil y Comercial. En otros países se oscila entre la más amplia libertad personal para modificar el cuerpo y las restricciones a esos actos de disposición.

[8] Pueden verse ejemplos en el artículo “10 modificaciones corporales extremas que comenzaron en la antigüedad y que perduran actualmente” (https://lavozdelmuro.net/10-modificaciones-corporales-extremas-que-comenzaron-en-la-antiguedad-y-que-perduran-actualmente/)

[9] Biblia Católica (http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__P34.HTM)

[10] La Torá, “Veseret lanefesh lo titnu bivesarjem ujtovet ka’aka lo titnu bajem ani Adonay.” (http://www.shalomhaverim.org/vayikra19.htm)

[11] El Sagrado Corán, versión castellana de Julio Cortés, Edición Electrónica: Biblioteca Islámica «Fátimah Az-Zahra»

Musulmanes Shiítas de El Salvador. http://www.jzb.com.es/resources/el_sagrado_coran.pdf

[12] Ver “técnico, ca” en REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. <https://dle.rae.es/t%C3%A9cnico#ZIkyMDs> [Fecha de la consulta: 08/01/21], especialmente las acepciones 1°, 5° y 6°.

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