El asesinato ritual de Itzjak Rabin

DARIO TEITELBAUM

Miembro del Ejecutivo del partido de izquierda Meretz. Nacido en 1962 en Bs. As. Vive en Israel desde 1978, en el Kibutz Gvulot a 7 km de la Franja de Gaza

El asesinato ritual de Itzjak Rabin

Desde la distancia de un cuarto de siglo, el magnicidio y sus consecuencias adquiere carácter de sacrificio ritual.

Esta lectura no es reciente, ya que el ex Primer Ministro y Presidente de Israel, Shimon Peres, duro contendiente del malogrado Yitzjak Rabin en las internas del laborismo, dijo inmediatamente después de la derrota en las elecciones en 1996: “Los judíos les ganaron a los Israelies”.

Dicha frase no paso desapercibida, pero 24 años después, y lo que es más importante aún, luego de 11 años desde la instalación del régimen de Netanyahu, quizás seria necesario deconstruir la idea del asesinato e incluir lecturas mas profundas que la mera interpretación política.

Justamente sobre las consecuencias es casi innecesario argumentar. Los nefastos resultados están a la vista, y solo “hay que saber mirar”. Quizás tan solo es necesario agudizar la mirada e intentar reconocer los procesos de profundidad que atraviesa la sociedad israelí y Judía de manos de un líder sin límites éticos – morales, y esto ante la impotencia de las fuerzas democráticas de “cortar la racha” y así impedir la absoluta transformación de Israel en un ente irreconocible.

Independientemente de la vocación criminal del innombrable asesino de Rabin, y sin quitar “merito” a su irreparable acción de intentar (?!) cambiar el curso de la historia (?) por medio del asesinato, es necesario advertir – y reconocer – la existencia de un poder que subyace en el imaginario colectivo y cobra validez desde lo profundo de la narrativa judía. Se trataría de designios que van más allá de la comprensión racionalista y son instalados por medio de la repetición incesante de la plegaria mal intencionada. La supuesta “legitimidad divina”.
La argumentación de “Pues Tú nos elegiste y a nosotros nos santificaste de entre todos los pueblos”, 56 veces por año, multiplicado por los años de vida.

La pregunta “si el truncado gobierno de Rabin fue un “contratiempo” ante el determinismo histórico? encontró la respuesta por medio de 3 balas, y un asesino incitado al odio y validado por la supuesta autoridad rabínica.

Vale decir, la necesidad de ejercer la incitación a la violencia política ( a sabiendas que esto podría desatar agresión real) , e inclusive corroborar el propio asesinato por medio de dictámenes y practicas mágicas rituales, denota que aquello que comenzó en Oslo como un ensayo de acuerdo de Paz contra toda probabilidad , puso en riesgo real la visión deuterónomica – mesiánica de aquellos que transformaron el Sionismo en una herramienta para cumplir su objetivo: El restablecimiento del “Reinado de Judea”, construcción del Tercer Templo y regreso a la legislación bíblica y talmúdica.

Llamémoslos “Am Ha’aretz”. Textualmente “ el pueblo de la tierra “, pero en el uso coloquial en hebreo moderno “ignorantes, de malos modales”. Pero en su significado bíblico temprano, la elite jerosolimitana que tomaba parte en coronación y destitución de reyes, especialmente en circunstancias poco claras acerca de la línea sucesoria del reinado. Y siempre fieles a la “Casa de David”.
La presencia más determinante de este grupo de Elite aparece en Reyes II, capitulo 21, versículos 23 – 26.
“Entonces el pueblo de la tierra hirió a quienes habían conspirado contra el rey Amón; y puso el pueblo de la tierra por rey en su lugar a Josías su hijo”
Este casi desconocido rey Josías seria el responsable de la “Reforma Deuteronomica”, que instalaría el axioma teológico “Un Dios, Un Reinado, Una Ciudad”.

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Regresando a nuestros días, cabe explicar que no se trata de una teoría conspiratoria. Por el contrario. Se trata del accionar de aquel grupo minúsculo, pero con aval “histórico”, que ve en el Sionismo “El comienzo de la redención, derrotero del pueblo judío que regresa a su patria ancestral, santifica su tierra en camino a la venida del Mesías”. De ellos salieron los asesinos. No solo el Magnicida Igal Amir, sino quienes a lo largo de los anales del Sionismo y el Estado de Israel ejercieron la violencia asesina contra quien “atentaba” contra el proyecto Mesiánico. Quien podría llevar a concesiones territoriales. Quien podría ejecutar la voluntad democrática. Claramente, el gobierno de Yitzhak Rabin 1992 – 1995.

No se trata de toda la derecha israelí, ni inclusive de una mayoría de los factores religiosos-nacionalistas. Pero son quienes de una u otra manera sostienen – en una parcería cuasi -delictiva, a la derecha nacionalista en el poder. No de casualidad vimos a los incitadores – encabezados por el actual PM de Israel – en el balcón de la Plaza Zion en Jerusalén, profiriendo agresiones verbales contra Rabin, quizás símbolo de “lo israelí”. No de casualidad fueron ellos los violentos que asesinaron a manifestantes por la Paz. No de casualidad fueron ellos quienes distribuyeron fotografías trucadas en las cuales aparecía Rabin uniformado como con SS nazi. No de casualidad fueron quienes llamaron a enjuiciar a los “Criminales de Oslo”, y coronaron a Netanyahu como “Rey de Israel”.

Ellos necesitaban el asesinato. El magnicidio. El escarmiento a los “traidores” y el poder de disuasión ante una clase política disidente a la “voluntad divina”. El sacrificio de Yitzhak. El sacrificio ritual.

Pero no solo del poder de los “dueños de la tierra” se trata. No solo del pacto espurio entre la ortodoxia judía, el nacionalismo mesiánico y la derecha oportunista se trata, pacto que mantiene a la derecha en el poder, y el “líder” les asegura su gobernabilidad. Se trata de llevar al pueblo judío, sea en Israel como en las comunidades, a una trágica contradicción entre lo judeo-sionista y los valores democráticos, liberales, humanistas.

A la encrucijada dicotómica de Estado Judio o Estado Democratico. Y por sobre todo a la demanda del respeto y cumplimiento de la promesa bíblica de propiedad de toda la Tierra de Israel, por el resto de nuestros días.
Vale decir , la continuación del dominio Israelí – Judío por sobre el pueblo palestino.
El sacrificio ritual que perdura la ocupación.

Dario Teitelbaum
Kibutz Gvulot, alrededores de la franja de Gaza

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