El divorcio de Borges, relato hostil

Elsa Astete y Borges paseando por Buenos Aires
Elsa Astete y Borges paseando por Buenos Aires – ABC

El divorcio de Borges, relato hostil

El escritor argentino tuvo que escribir las razones que le movían a la separación para el proceso que terminó por acuerdo en 1971

Cierta vez, en un prólogo, Borges escogió la vida de Whitman como espejo de la suya propia. Y se miró extrañado en las palabras corrientes que describían aquella biografía anodina de otro hombre hecho de días iguales a los suyos, comunes a los de cualquier otro, y llegó a imaginarlos como un precio para ser ese otro: nada menos que el mayor poeta del norte. El genio argentino escribió, como para incluirse en una reflexión que le importaba: «Quien busca [en esas biografías] el vagabundo semidivino que les revelaron los versos y les asombra no encontrarlo acaba sabiendo que no hay nada heroico en la vida real de Walter Whitman, el hombre que se encontraba detrás del Walt Whitman poeta y protagonista de “Hojas de hierba”».

De entre todas las biografías imaginarias de los personajes que concibió y tejió pacientemente Borges, ninguna tan oculta y tan poco desentrañada como la del Jorge Luis Borges escritor. A través de una sencilla y cotidiana ortodoxia, de un quehacer rutinario en una calle bonaerense llamada Maipú, vivió y escribió algunas de las páginas más creativas del idioma castellano.

Razones del divorcio

Ese Borges también se casó y se divorció. De su fractura con Elsa Astete Millán, Borges mismo enumeró las razones que servirían legalmente a su divorcio. Lo hizo en 27 puntos que sombrean la historia mínima, conservados por otro personaje borgiano, Norman Thomas di Giovanni, un adaptador al inglés y a la intriga cultural insignificante, de la obra y su propia relación con Borges. Se expresa así:

1. Hace tres años que no puedo entrar en mi casa sin el temor de recriminaciones, de silencios hostiles y de todas las formas del malhumor. Mi mujer me exige la explicación de cada una de mis palabras o de mis actos.

2. Es hostil a mi familia y a casi todos mis amigos; temo no recibir a muchos de ellos para evitar escenas desagradables.

3. Se inmiscuye en todos mis asuntos particulares y ha tentado que las secretarias de la Biblioteca Nacional espíen mi correspondencia, mis llamadas telefónicas y mis visitas.

4. Habló varias veces con Jose Edmundo Clemente, el vice director de la Biblioteca Nacional, para intervenir personalmente en la dirección de esta casa.

5. Entorpeció y trató de anular mis relaciones con Norman Thomas di Giovanni, con quien estoy colaborando en la traduccion de once de mis obras para la editorial Dutton de New York.

6. No ha mostrado el menor interés en mi obra literaria, pero sí en los resultados pecuniarios de esa obra.

Imposición

Los otros 21 puntos pueden parecer predecibles, intercambiables incluso, con los de cualquier otro divorcio: la falta de amor, la importancia del dinero, la voluntad de cambiar al otro y… cita dos veces la ciudad de Cambridge, pero el secreto detalle que esconden es que componen exactamente un saldo propio, una cuenta que cifra la resistencia de Borges al intento de aquella mujer de imponer en el Borges total el predominio de uno, en concreto, entre todas sus vidas posibles.

El divorcio se resolvió de mutuo acuerdo siendo la última vista ante el juez el 5 de febrero de 1971. Inútil es insistir en la diferencia. En esta redacción se encuentra la fisonomía moral y francamente común de tantos otros divorcios, bien porque Borges era incapaz de ser solo Borges o porque lo verdaderamente inaudito en Borges era que el amor se deshace entre sus dedos de la misma manera previsible y desmenuzable que entre los dedos de cualquier otra persona.

La historia, a diferencia de la memoria, sostiene la creencia de que en los detalles está nuestra principal fuente de significado pero no es lo interesante para el conocimiento de toda una obra. Nadie como Borges para iluminar esa paradoja entre la memoria de uno de los mayores guerreros del lenguaje, el herrero del enigma del idioma castellano, del hombre gigante que hizo que el español sea todavía un vehículo mayor de la imaginación y el pensamiento humano, frente a la realidad del hombre común al que postergó la luz, que acató la dureza ensimismada de la gran ciudad del sur, absorta lucha de la capital argentina, la ciudad de Buenos Aires, consigo misma en el siglo XX.

Otro amor

Huir del amor y huir de la muerte es una abdicación del destino que ese Borges no practicó. Optó por enfrentarse al peronismo cuando esa idea posibilitaba la prisión e incluso la tortura o la muerte. No hay un solo rasgo cobarde en ese hombre en el que la luz agonizó por tantos años hasta apagarse, hasta que le alcanzó la «noche unánime» de la ceguera, ni acuñó la moneda falsa ni la moneda fácil, de felicidades y amistades corrientes.

«Interroguemos las dos contrarias caras que serán la respuesta». Borges seguiría escribiendo poesía, publicaría «El Libro de arena», además de numerosos ensayos, pero su obra como escritor estaba hecha, su dedicación, al lado de otro amor, feliz y postrero, como es sabido, será consolidar sus otros Borges, su descendencia intelectual extraordinaria y ese idioma, el de Borges, que tal vez en otro tiempo se llamó el castellano.

 

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