EL LECTOR, CREADOR DE MUNDO

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EL LECTOR, CREADOR DE MUNDO.

– Pablo Cúneo –

A Diana Sperling

El estudio de la Torá, junto al culto a Dios y las obras de bien, forma parte de los tres pilares que sostienen al mundo, afirma la tradición judía. Estudiar para respetar sería el lema que acompaña su enseñanza. Y si hay algo que caracteriza dicha tradición tal como ella se fue desplegando a lo largo del exilio y como lo muestra en sus páginas el Talmud, es que el texto no está cerrado, siempre queda abierto a una nueva experiencia de lectura, pues no hay una autoridad suprema.

La tradición mística judía tal como aparece en el Zohar agrega un elemento, la posibilidad de que esa nueva experiencia de lectura forme parte de la obra de la creación del mundo, que -como la lectura del texto mismo (texto infinito)- no está acabado.

A la tradición mística, tal como está plasmada en el Zohar que hace de la creación del mundo por Dios un acto de escritura a través de las letras hebreas, se le suma la idea de la lectura como vía de la creación. Dice R. Simeón: “Ved ahora, fue por medio de la Torá que el Señor creó el mundo…Miró a la Torá una vez, dos veces, tres veces y una cuarta vez. Enunció las palabras que la componen y entonces operó a través de ella. Es esta una lección para los hombres sobre cómo estudiar la Torá”. En otras palabras, estudiando la Torá el lector puede ser tan creador de mundo como Dios mismo.

De ahí que el texto al referirse a los estudiosos de la Torá diga: ”…por cada descubrimiento inédito hecho por ellos en la Torá, se crea un cielo nuevo. Nuestros maestros nos han dicho que en el momento en que un hombre expone algo nuevo en la Torá, su enunciado asciende ante el Santo, Bendito Sea, y el Santo, Bendito sea, toma el enunciado y lo besa y lo corona con setenta coronas de letras grabadas e inscriptas”.

Los nuevos descubrimientos en su ascenso, dice más adelante el texto, se “vuelven tierras de lo viviente”, luego descienden “con lo cual emerge una tierra nueva merced a ese nuevo descubrimiento en la Torá”. El Zohar continúa con estas línea que hacen del hombre lector un compañero en la creación del propio Dios: “No está escrito ‘yo he hecho’, sino ‘estoy haciendo’, lo que significa creación continua a partir de las ideas nuevas descubiertas en la Torá”.

El texto insiste en la obra conjunta del lector intérprete y Dios en la creación de mundo: “La palabra ami, mi pueblo, puede leerse imi, conmigo, lo que significa ‘ser un colaborador conmigo’: Pues, justamente así como Yo he hecho el cielo y la tierra mediante la palabra, como se dice: ‘Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos’, así haces tú. ¿Felices aquellos que se consagran al estudio de la Torá!”.

A diferencia del texto anterior que publiqué en Nueva Sion http://www.nuevasion.com.ar/archivos/27986 titulado “Creación divina, creación humana” referido a los intentos de crear un golem por parte del hombre en su búsqueda de igualar a Dios, no hay aquí una tensión entre este último y el hombre. El texto es explícito en ello, además de señalar cómo a diferencia de los ángeles que quisieron destruir a Moisés cuando le fue dada la Torá Dios cuida y protege la palabra y al autor de la misma para que los ángeles no sepan de él y se llenen de celos, y ello –dice el texto- “hasta que esa palabra es transformada en un cielo nuevo y en una nueva tierra”.

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