La polémica sobre más o menos presencia del estado a partir del coronavirus

La polémica sobre más o menos presencia del estado a partir del coronavirus

Cr. Isaac Markus

 

La discusión entre un estado grande o pequeño se dirige hacia la necesidad de búsqueda de un equilibrio entre ambos extremos, especialmente a partir de la crisis del coronavirus.  Un estado excesivo atenta contra la eficiencia productiva generada por la competencia, además de limitar la libertad personal. Un estado demasiado reducido, en cambio, confía inútilmente en que las fuerzas del mercado provean por sí mismas una solución a los problemas de los sectores más vulnerables, algo que debería formar parte de sus cometidos.

La única forma de enfrentar los aspectos negativos de estos enfoques extremos es un estado que se ubique en un plano intermedio: que no desestimule el emprendedurismo pero que simultáneamente provea una solución a las necesidades básicas de la población. Pero es un equilibrio que si bien debe ser intentado, no es fácil de lograr. El ejemplo usual de este tipo de intentos ha sido el de los países nórdicos con sus políticas socialdemócratas, donde a pesar de que hoy existe una cierta retracción en ese camino, se podría decir que han tenido un relativo éxito.

Pero el éxito de estas políticas para ser sustentable en el tiempo requiere de grandes recursos económicos y de un cuidadoso manejo de las finanzas públicas. En el caso de los países nórdicos, su comercio con los países de la comunidad europea, su desarrollo de empresas multinacionales, y la disposición de petróleo, han contribuido a generar importantes recursos. Pero no se puede redistribuir o gastar en políticas sociales más de lo que se tiene, y eso hace que aún contando con voluminosos recursos se deba ser cuidadoso para que el proceso sea sostenible.

La crisis del coronavirus ha generado el grito de alerta de que la atención de los sectores sociales más vulnerables debe ser planificada con tiempo, antes de que las crisis se susciten, generando buenas condiciones en materia de vivienda y de salud. De no hacerse así, en el momento en que se presentan, la destrucción en esos sectores es terrible y las opciones de contrarrestarla en forma inmediata se tornan mínimas.

También la globalización muestra en estos momentos su cara más amarga. La crisis fomenta en cada estado nacional la necesidad de proteger a sus ciudadanos. La pérdida de puestos de trabajo derivada de la disminución de actividad enfrenta a los países del tercer mundo a la realidad de que han desmantelado prácticamente todas sus industrias, en beneficio de empresas chinas o de otros países, y que no están en condiciones de dar trabajo a sus propios habitantes.

Al mismo tiempo, comienza a generarse un incremento del proteccionismo a nivel internacional que va modificando las reglas del juego. Los países compradores de materia prima como China reducen sus compras por su propia disminución de actividad y se van estableciendo nuevas barreras arancelarias y de que necesitan para su seguridad interna de una política económica que les permita depender más de sí mismos fomentando actividades que fueron derivadas a otros países por la globalización. Frente a todo esto, la necesidad de intervención del estado se hace cada vez mayor, como único ente capaz de resolver las soluciones que el libre mercado no provee. Sin embargo, se requiere no  excederse de los recursos disponibles y fomentar un pacto social nacional.

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