Hong Kong ha nacido una generación que dice ‘No’ al PCCh.

En la antigua colonia británica, China se juega la resolución de su mayor crisis en las tres últimas décadas y su lugar en el mundo. En Hong Kong ha nacido una generación que dice ‘No’ al PCCh.

Han pasado más de seis meses desde el estallido de las protestas de Hong Kong. Lo peor no es que las manifestaciones, que empezaron de forma pacífica en junio contra la ya retirada ley de extradición a China, hayan derivado en una guerrilla urbana que cada fin de semana se enfrenta a la policía y quema la ciudad. Con más de 6.000 detenidos, los disturbios son un grave problema de orden público que ha desatado batallas campales como la que asoló la Universidad Politécnica en noviembre. De sus más de 1.000 apresados, entre los que figuraban numerosos frontliners que se baten con los antidisturbios en primera línea, 300 eran menores, que no fueron arrestados pero sí fichados. A lomos de esta escalada de violencia, que se ha cobrado dos vidas en enfrentamientos callejeros, el mayor riesgo es que los disturbios desemboquen en una “ulsterización” del conflicto, con algaradas frecuentes y hasta atentados terroristas. Si continúa la agitación, el régimen chino impondrá su seguridad draconiana. En diciembre, la policía hongkonesa desarticuló dos bombas ya preparadas.

Aunque muy grave, lo peor tampoco es que la economía haya entrado en recesión por la caída del turismo en un 50%, sobre todo de la China continental. A pesar de sufrir su mayor crisis económica desde la epidemia del SARS (síndrome agudo respiratorio severo) en 2003, Hong Kong conserva su papel como capital financiera de Asia, en gran parte por el auge chino. En plenas protestas, así lo han demostrado las salidas a bolsa del gigante de ventas por internet Alibaba y de la división asiática de Budweiser, que han impulsado el parqué de Hong Kong por encima de Wall Street y Londres. Además, la ciudad sigue siendo la puerta de entrada del 70% de la inversión extranjera en China, así como la salida –y en muchos casos “lavadora”– de la mayoría del capital de este país que busca mercados exteriores.

Lo peor es que no hay visos de solución a la mayor crisis política y social que vive la antigua colonia británica desde su devolución a Pekín en 1997. Para un régimen autoritario como el chino, la agitación política de Hong Kong supone su peor pesadilla. En un extraño “efecto mariposa” provocado por un crimen por malos tratos en Taiwán, las protestas estallaron en junio contra el proyecto de ley de extradición, que los hongkoneses rechazaron con las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan en la ciudad por temor a que mermara sus libertades e independencia judicial. A tenor de sus organizadores, un millón de personas marchó el 9 de junio y otros dos millones lo hicieron el 16, un día después de que la jefa del gobierno autónomo, Carrie Lam, lo suspendiera pero sin retirarlo…

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