Asfixiados en la masa.

      3 comentarios en Asfixiados en la masa.

Anna Donner ©®

Los diez villanos que dominan el mundo saben cuan poderosa es la movilización de masas. Y como buenos hijos de Lucifer que son, saben que la materia prima debe estar en perfecto estado. Por eso, trabajan todos los días para encontrar la harina más pura y la levadura más potente.  Mantener la masa (no la raza, como pretendía Hitler), pura, también resulta una ardua tarea.

Por eso, los diez villanos que dominan el mundo no responden preguntas. Siempre delegaron en una otredad esa responsabilidad. Hasta no hace mucho tiempo, Dios era quien tenía todas las respuestas. Ante cualquier interrogante, el comodín: —Porque Él lo Dice —era suficiente para que todos quedasen estupefactos, y acataran cualquier mandato.

Dice Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”:

Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meres idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob.

¿Hasta qué punto somos totalmente conscientes de las consecuencias de nuestros actos cuando tomamos una decisión dura por obedecer a la autoridad? ¿Qué complejos mecanismos intervienen en la obediencia de actos que van en contra de nuestra ética?

Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale, en 1961 realizó una serie de experimentos cuya finalidad fue medir la disposición de un participante a obedecer las órdenes ante una autoridad. Milgram reclutó a un total de 40 participantes por correo y por anuncio en el periódico en el cual se les invitaba a formar parte de un experimento sobre “memoria y el aprendizaje” por lo que además, por el simple hecho de participar se les pagaría una cifra de cuatro dólares (equivalente a unos 28 actuales) asegurándoles que conservarían el pago “independientemente de lo que pasará después de su llegada”. Se les hizo saber que para el experimento hacían falta tres personas: el investigador (que portaba una bata blanca y fungía como autoridad) el maestro y el alumno. A los voluntarios siempre se les asignaba mediante un falso sorteo el papel de maestro, mientras que el papel del alumno siempre era asignado a un cómplice de Milgram. Tanto el maestro como el alumno eran asignados en habitaciones diferentes pero conjuntas, el maestro observaba siempre como el alumno (que en realidad siempre era el cómplice) era atado a una silla para “evitar movimientos involuntarios” y se le colocaban electrodos, mientras el maestro era asignado en la otra habitación frente a un generador de descarga eléctrica con treinta interruptores que regulaban la intensidad de la descarga en incrementos de 15 voltios, oscilando entre 15 y 450 voltios y que, según el investigador, proporcionaría la descarga indicada al alumno. Milgram también se aseguró de colocar etiquetas que indicaran la intensidad de la descarga (moderado, fuerte, peligro: descarga grave y XXX). La realidad era que dicho generador era falso, pues no proporcionaba ninguna descarga al alumno y sólo producía sonido al pulsar los interruptores. El sujeto reclutado o maestro fue instruido para enseñar pares de palabras al aprendiz y de que, en caso de que cometiera algún error, el alumno debía ser castigado aplicándole una descarga eléctrica, que sería 15 voltios más potente tras cada error. Evidentemente, el alumno nunca recibió descargas. Sin embargo, para dotar de realismo la situación de cara al participante, tras pulsar el interruptor, se activaba un audio grabado anteriormente con lamentos y gritos que con cada interruptor incrementaba y se hacían más quejumbrosos. Si el maestro se negaba o llamaba al investigador (que se hallaba cerca de él en la misma habitación) éste respondía con una respuesta predefinida y un tanto persuasiva: “continúe por favor”, “siga por favor”, “el experimento necesita que usted siga”, “es absolutamente esencial que continúe”, “usted no tiene otra opción, debe continuar”. Y en caso de que el sujeto preguntara quién era responsable si algo le pasaba al alumno, el experimentador se limitaba a contestar que él era el responsable. Durante la mayor parte del experimento, muchos sujetos mostraron signos de tensión y angustia cuando escuchaban los alaridos en la habitación contigua que, aparentemente, eran provocados por las descargas eléctricas. Tres sujetos tuvieron “ataques largos e incontrolables” y si bien, la mayoría de los sujetos se sentían incómodos haciéndolo, los cuarenta sujetos obedecieron hasta los 300 voltios mientras que 25 de los 40 sujetos siguieron aplicando descargas hasta el nivel máximo de 450 voltios.  Esto revela que el 65% de los sujetos llegó hasta el final, inclusive cuando en algunas grabaciones el sujeto se quejaba de tener problemas cardíacos. El experimento concluyó por el experimentador tras tres descargas de 450 voltios.

Las conclusiones del experimento a las que llegó Milgram pueden resumirse en los siguientes puntos:

A) Cuando el sujeto obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar y se produce una abdicación de la responsabilidad.

B) Los sujetos son más obedientes cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan físicamente de ésta.

C) Los sujetos con personalidad autoritaria son más obedientes que los no autoritarios (clasificados así, tras una evaluación de tendencias fascistas.

D) A mayor proximidad con la autoridad, mayor obediencia.

E) A mayor formación académica, menor intimidación produce la autoridad, por lo que hay disminución de la obediencia.

F) Personas que han recibido instrucción de tipo militar o con severa disciplina son más propensos a obedecer.

G) Hombres y mujeres jóvenes obedecen por igual.

H) El sujeto siempre tiende a justificarse a sus actos inexplicables.

Todo se trata de la responsabilidad de decidir. A las masas, les cuesta tomar sus propias decisiones, porque pertenecen a un todo-homogéneo, por lo tanto, harán lo que hagan los demás, pensando en “el qué dirán”, y basándose en entidades universales establecidas a priori, y no propias de cada sujeto. Por tanto, “Lo bueno”, será lo que todos diga es bueno, “Lo malo”, será lo que todos digan es malo, y así sucesivamente. Analizando el experimento de Milgram, se deduce que en las masas hay un temor a tomar decisiones. ¿Por qué los participantes, sabiendo que  no les esperaba ningún castigo por rebelarse, no lo hacían aunque estaban “haciendo daño” a otro? ¿Porque una voz les decía “Debe Continuar”? ¿Y qué autoridad verdadera tenía esa voz? Era una autoridad ficticia, y tenían la posibilidad de elegir salirse del experimento. Pero no lo decidieron. Porque eso implicaba tomar una decisión y rebelarse ante un sujeto. Y las masas, son maleables y no se rebelan. Mejor dicho, sí pueden rebelarse pero sí y solo sí ante una autoridad que les indique: ¡Rebélense! Los hombres-bomba terroristas islámicos sí se “rebelan”, pero lo hacen ante una autoridad. Y tan poderosa es la rebelión de las masas, que son capaces de matarse a sí mismas.

La consigna entonces es acatar. Antes las masas acataban porque “Dios lo decía”, ahora las masas acatan por otros motivos más complejos. Uno no entiende cómo un occidental termina en las filas del ISIS, pero el Estado Islámico no recluta a cualquiera. Eligen individuos que no están conformes con la realidad en la que viven, buscan oprimidos por un sistema que los excluyó, buscan vulnerabilidad, y entonces, viene la promesa de la trascendencia y la valía. Esa criatura insignificante que pasaría por este mundo sin penas ni glorias, de pronto tiene la posibilidad de ser alguien “importante”. Todos los tiranos, saben que ese es el talón de Aquiles de las masas, cada una de las partículas que la componen es homogénea, invisible, y ellos les prometen visibilidad y protagonismo. Y… ¿cómo resistirse a un manjar tan delicioso? Lo que ignoran es que no son visibles ni importantes, sino que eso es lo que les hacen creer, son simplemente piezas y engranajes para que la ingeniería de Lucifer funcione a la perfección.

Por eso es que el tener un pensamiento crítico, y desapegado de cualquier bandera, no es conveniente para el tirano. Y trabaja sistemáticamente para eliminar cualquier estímulo del sistema que incite al hombre a cuestionar, a razonar, a preguntarse ¿por qué?

No es casualidad, que el que se “sale de modelo” sea señalado, acusado de traición, y reciba un montón de amenazas, para persuadirlo de su postura. (Por eso Galileo Galilei fue condenado a muerte).

El sistema crea cada vez más estímulos así como Pavlov con el perro y el reflejo condicionado. Los emoticones danzantes de las apps, los letreros con bellos colores y frases tontas hechas pero colocadas sobre un paisaje imponente son ejemplos. Las redes sociales son una ventana al mundo. Si alguien escribe “La felicidad es el hoy” sobre un paisaje magistral, obtendrá miles de likes, mientras que esto que yo estoy escribiendo muy pocos se van a tomar la molestia de leer, porque es largo, porque les resultará “aburrido”, porque no tiene colores, porque tiene “palabrejas difíciles”…  ¿Cuánta multimedia de felicidad rosada o plagada de lugares comunes es reenviada, y reenviada y vuelta a reenviar a través del Whatsapp, existe en las redes sociales ? Es que se ha creado el reflejo de Pavlov a través del celular y el reenviar. Los videos por lo general no son demasiado extensos, porque se sabe que las masas no tienen paciencia para algo largo. Y es así que se viralizan tonterías por doquier, macacos que besan, no faltan los letreros consuelo a un amor no correspondido, y todo lo quepa en la imaginación y más también.

Los diez villanos que dominan el mundo saben cuan poderosa es la movilización de masas. Y como buenos hijos de Lucifer que son, saben que la materia prima debe estar en perfecto estado. Por eso, trabajan todos los días para encontrar la harina más pura y la levadura más potente.  Mantener la masa (no la raza, como pretendía Hitler), pura, también resulta una ardua tarea.

3 pensamiento sobre “Asfixiados en la masa.

Responder a Java Ginsburg Cancelar la respuesta