A dos años del asesinato de David Fremd Z’L

Anna Donner ©® 8/3/2016

Despierto, como todas las mañanas para ir a trabajar. Chequeo el celular, a tan temprana hora ya tengo una catarata de saludos por Whatsapp con cartelitos rosados y de corazones por el día de la mujer.
El día continúa, nos avisan en el trabajo que (como todos los años) nos van a dar un presente por ser mujeres. Muy bien. Este año es un jarrito. Tras hacer una extensa fila para que se cercioren  de que “una es una”, firmo, y ya tengo el jarrito en mi posesión. Igual a miles de jarritos que tengo en el escritorio para tomar café, ni fu ni fa.
Transcurre la tarde hasta que salgo.
Llego a casa. Escribo mi reflexión por el 8 de marzo. Hay felicitaciones por doquier en las redes sociales.
Y de pronto, el golpe.
Han asesinado en Paysandú a una hombre por el simple hecho de ser judío.
Ya nada más entra en mi cabeza. Qué me importa el día de la mujer, qué me importa todo. Yo no lo conocía personalmente a David Fremd pero de todos modos siento escozor, horror, impotencia, indignación.
Ahora vendrá toda la catarata de repercusión en las redes, seguramente la mayoría dirá que “no es para tanto”, o que “fue una casualidad: hay muchos asaltos por la zona”.
Y todo sigue igual, el antisemitismo crece pero el mundo está ciego y sordo.
Un 8 de marzo negro.

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