No estamos desaparecidos; estamos muertos.

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Anna Donner ©®

Somos holograma; nos han concedido una y solo una oportunidad para comunicarnos con los nuestros. Estamos todos muertos. No tiene sentido usar estos únicos minutos, para describirles las circunstancias de nuestro deceso. Estamos muertos algunos por fusilamiento directo, y otros porque no hemos resistido a las torturas, hemos muerto de inanición, hemos pasado hambre, golpes, hemos sido cosificados, nos despojaron de nuestro ser. Dile a todos que estamos MUERTOS. Pero somos MUERTOS orgullosos de nuestras familias. Por favor, sepan que estamos MUERTOS, pero ya basta con nuestra MUERTE. No sigan muriendo ustedes lentamente, buscándonos, estamos MUERTOS. Sí busquen nuestras actas de defunción, las hizo un forense del aparato represivo, puso que la causa de nuestra muerte fue natural. Cuando las encuentren, denúncienlas. Esa es una gran mentira. No hemos muerto naturalmente, nos han matado. Busquen nuestros verdaderos papeles, así pueden cerrar y seguir adelante. Es nuestro deseo, que sigan la vida que nosotros no pudimos. Es vuestra misión mantener viva nuestra memoria. Pero, no se queden pegados en un pasado efímero. Queremos que sigan su vida, sabiendo que estamos muertos. Es duro para ustedes, pero es mejor una verdad dolorosa a mil mentiras piadosas. No estamos DESAPARECIDOS, estamos MUERTOS.

A los 98 años falleció Luisa Cuesta, referente de la lucha por la búsqueda de los detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. En agosto de 2013 recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República.

Luisa Cuesta nació en 1920, en Soriano, trabajó en un taller de chapa y pintura hasta el 28 de junio de 1973, al día siguiente del golpe de Estado, cuando fue encarcelada por siete meses. Su hijo, Nebio Melo Cuesta, estaba vinculado al Partido Comunista Revolucionario y por ello el Servicio de Información de Defensa pidió su captura en 1973. A comienzos de 1974 se exilió en Argentina con su esposa y su hija; fue secuestrado en 1976, cuando tenía 32 años, y nunca más se supo de él. Su madre lo buscó desde entonces, primero en Argentina, luego desde Europa conformando asociaciones de personas que buscaban a sus familiares desaparecidos.

Luisa Cuesta volvió a Uruguay en 1985 y se integró al grupo de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos-Desaparecidos. «Éramos todos familiares de desaparecidos, perteneciéramos al lugar que hubiéramos pertenecido… llega un momento que los familiares son todos tuyos, no peleás por el tuyo, peleás por todos», leyó Álvaro Rico en la entrega del Honoris Causa citando la investigación coordinada por los docentes Carlos Demasi y Jaime Yaffé, consignada en el libro Vivos los llevaron. Historia de la lucha de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos (1973-2005). El decano destacó que en 1989, cuando la ciudadanía uruguaya ratificó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, se desató una profunda crisis en el grupo de Familiares y que el colectivo fue continuado por un pequeño núcleo entre las que se encontraban «Luisa Cuesta, Amalia González, Hortensia Pereira, Milka González y otras mujeres-madres a quienes también homenajeamos hoy en el nombre de Luisa».
«Desde aquellos primeros días de febrero de 1976 hasta hoy, Luisa se constituyó, sin dudas, en un ejemplo de compromiso ético, social y ciudadano en nuestro país, en la búsqueda incansable del destino de los detenidos-desaparecidos y en la búsqueda de su único hijo, Nebio», expresó Rico.

Luisa falleció sin saber qué pasó con su hijo.

Desaparecidos

Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada

nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos

ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen

cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo

cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían

están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio

Mario Benedetti

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