El tiempo mesiánico, entre la espera y su construcción.

 

   El tiempo mesiánico, entre la espera y su construcción

Psic. Pablo Cúneo

El tiempo mesiánico es la espera de un tiempo donde la Historia llegue a su realización en términos absolutos. Ya no existirá la división entre profano y sagrado porque toda la vida será una expresión de lo sagrado, ni existirá la división entre guerra y paz ni entre injusticia y justicia porque será el reino de la paz y de la justicia absolutas. La preocupación por la justicia social -en  la que el cuidado hacia el huérfano, la viuda y esencialmente al extranjero marcan el pensamiento bíblico- tendrá su culminación y realización en el tiempo anunciado por los Profetas.  Supondrá un tiempo de armonía del hombre entre sí: “…y romperán sus espadas para forjar rejas de arado, y sus lanzas para hacer podaderas, no levantará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Miqueas 4:3), y del hombre con la naturaleza y de esta última consigo misma: “Y habitará el lobo con el cordero, y el tigre se acostará junto con el cabrito, también el becerro  y  el leoncillo  y  el cebón andarán juntos; y un niñito los conducirá” ( Isaías 11:6-7).

El tiempo mesiánico supone la realización de lo universal sobre la limitada y estrecha idea de lo nacional. No se comprende la idea y función de pueblo elegido sin la realización universal de lo anunciado por los Profetas: “En aquel día será Israel el tercero con Egipto y con Asiria, lo cual será una bendición en medio de la tierra; por cuanto el Señor de los ejércitos los ha bendecido diciendo: ‘¡Bendito sea Egipto, pueblo Mío, y Asiria, obra de Mis manos, e Israel herencia Mía” (Isaías 18: 24-25).

Es en este último  sentido  que el acontecer nacional del pueblo judío, la pérdida del Estado y su consiguiente restauración, no es un fin en sí mismo sino camino de la Redención universal. Hermann Cohen afirma: “Ya en su origen político el Mesías contiene la disposición en pos de una disolución humanitaria y propiamente religiosa de un elemento político-nacional. En efecto, la primera condición del Mesías no es el apogeo del Estado sino su hundimiento…el levantamiento político, aunque esperado con fervor y solicitado con confianza, no es en última instancia más que un medio secundario para obtener la meta última: el reconocimiento unánime de la unidad de Dios por parte de la humanidad.” Y este reconocimiento supone la realización de la justica, paz y armonía universal.

Hermann Cohen habla de 3 etapas en la elaboración de la idea del Mesías: la época anterior a la caída del reino, la del exilio y la época talmúdica. Por supuesto, la idea siguió enriqueciéndose a lo largo de los siglos a través de la cábala y el jasidismo, pudiendo percibir su influencia en pensadores marxistas como Walter Benjamín y Ernst Bloch, entre otros tantos.

En el período talmúdico se observan que son condiciones opuestas las que se requieren para la llegada del Mesías. Así en el Talmud leemos: “El hijo de David –dijo también el rabí Iojanán- sólo vendrá cuando haya una generación totalmente virtuosa o totalmente perversa.” (Sanedrín 98a). En este sentido Erich Fromm señala que un período de catástrofes con su consiguiente arrepentimiento por parte del hombre de sus propias acciones o el continuo mejoramiento del hombre son las condiciones que preceden a su llegada.

Veamos algunos ejemplos de ambas condiciones tal como se manifiestas en el Tratado Sanedrín.

Ahí leemos: “En la generación en que llegue el hijo de David [el Mesías] habrá menos eruditos, y los ojos de los demás se apagarán por el pesar y la aflicción. Habrá una nueva sucesión de sufrimientos y perversas disposiciones, cada nuevo mal llegará apresuradamente antes de que termine el anterior.” (97b) Más adelante sigue el texto así: “Se ha enseñado que dijo el rabí Iehudá: En la generación en que venga el hijo de David, la casa de reuniones [de los sabios] será [casa] de prostitución, Galilea estará en ruinas, y Gablán, desolada; los habitantes de las fronteras ambularán de ciudad en ciudad, sin que nadie se compadezca de ellos; la sabiduría de los estudiosos estáará en decadencia; los temerosos de Dios serán despreciados; la gente de la generación tendrá cara de perro; la verdad habrá desaparecido, como dice lo escrito: Y la verdad fue detenida, y el que se apartó del mal fue detenido.” (97b).

Las condiciones previas son tan duras que más adelante encontramos a varios rabís declarando el deseo de que venga el Mesías pero que ellos no lo vean: “Por qué [no quieres verlo]? –preguntó Abaie a Rabáh-: ¿tal vez por los dolores [del alumbramiento de la era] del Mesías?…(98b). El estudio de la Torá y las buenas acciones son recomendadas para hacerle frente al dolor que precede a la llegada del Mesías.

La segunda condición se ve reflejada en la siguiente anécdota que aparece también en el Tratado Sanedrín (98a) donde el rabí Ieoshúa ben Leví interroga a Elías:

¿Cuándo vendrá el Mesías? –le preguntó.

– Pregúntaselo a él –le contestó.

-¿Dónde está?

-En la entrada de la ciudad.

-¿Cómo se reconoce?

-Está con los pobres cargados de enfermedades…

-Fue a verlo y le dijo: La paz sea contigo, mi maestro y mentor.

-La paz sea contigo hijo de Leví –contestó. 

-¿Cuándo vendrás? –le preguntó.

-Hoy –respondió.

-Volvió a donde estaba Elías, y este preguntó: ¿Qué te dijo?

-‘La paz sea contigo hijo de Leví’ –contestó.

-Dijo [Elías]: Te prometió el mundo del futuro, para ti y para tu padre.

-Me engañó –replicó [el rabí Ieoshúa],  – porque me dijo que vendría hoy, y no vino.

-Lo que te dijo –repuso [Elías] –es: si oyereis hoy su voz (Salmos, XCV, 7).

El relato es extraordinario, muestra como la Redención está potencialmente a disposición del hombre en tiempo presente y como sería posible si este oyera a Dios, metáfora para señalar la conducta recta guiada por la justicia. La posibilidad de que el Mesías se adelante no se encuentra en la decisión arbitraria de éste como cree el rabí Ieoshúa, sino en la acción humana. Es el hombre y su proceder el que hará posible la llegada del nuevo tiempo.

Un relato posterior a la época talmúdica nos muestra que lejos de un acontecimiento destructor son las pequeñas acciones del hombre en la vida cotidiana las que podrían hacer adelantar la llegada del Mesías: “…otro rabino, un auténtico cabalista, dijo una vez que para reconstruir el reino de la paz, no habrá que destruirlo todo para que comience un mundo nuevo; sino que bastará con mover un poco la taza, cada arbusto, cada piedra, y así todas las cosas. Como esta pequeñez es tan difícil y su medida es tan difícil de encontrar, y en lo que toca al mundo los hombres no lo podrían realizar, habrá que esperar a que llegue al Mesías“.

¡Tan a la mano y sin embargo tan lejos para nuestra posibilidad de percibirlo y realizarlo! ¿Qué relación lógica hay entre mover una taza, un arbusto o una piedra con el mejoramiento del mundo? Ahí está el misterio, misterio de lo que se nos escapa por más pequeño que ello sea en el hacer en la vida concreta para mejorar el mundo y cambiar la naturaleza humanizándola. Mientras ello no ocurre las rabís no cejan e insisten, con más o menos esperanza, en su enseñanza: “Dijo Rabá: Todas las fechas anunciadas han pasado, y la cuestión depende únicamente del arrepentimiento y las buenas acciones.” (Sanedrín 98a).

 

BIBLIOGRAFÍA

Bloch, Ernst – Huellas. Tecno. Madrid, 2005.

Cohen, Hermann – Mesianismo y razón. Escritos judíos. Lilmod. B. Aires, 2013.

Dujovne, León -Konstantynowski, Manasés y Moisés – La Biblia. Sigal. B.Aires, 1973.

Fromm, Erich – Y seréis como dioses. Paidós. México, 1984.

Talmud de Babilonia. Tratado Sanedrín. Acervo Cultural. B.Aires, 1968.

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