Guyunusa, Tacuabé, Senaqué y Vaimaca: los últimos charrúas.

Anna Donner©®

¿Qué sabemos de nuestros indios?

Cuando estábamos en la escuela, la maestra nos enseñó que en la república oriental del Uruguay hubo diversas tribus de indígenas:  charrúas, arachanes, bohanes, guenoas y yaros, pero con la conquista española desaparecieron todos,  por lo tanto en Uruguay ya no quedaron indios, en contraste con Argentina, Perú, Bolivia, México, que sí  quedó descendencia de los incas, mayas y aztecas, las grandes civilizaciones de América Precolombina. Así, hemos forjamos nuestra “identidad nacional” en un prototipo basado en una mixtura que abarca negros e inmigrantes españoles e italianos. “A nosotros no nos quedan más indios”, decía la maestra.  Muchos años después, desde otras investigaciones surgía otra verdad: sí existen  descendientes de nuestros indios. ¿Porqué ese afán de tapar el sol con un dedo y seguir asociando al uruguayo con el carnaval y el candombe, cuando estos fenómenos venían de los esclavos negros? La conocida historia de que los cuatro últimos charrúas fueron llevados a Europa, concretamente a Francia, y que no sobrevivieron, parecía ser la única e irrefutable verdad. Pero lo cierto es que cualquier estudio antropológico revela que lo anterior no es así de tajante.

Los Fogones Artiguistas.

Con el Genocidio Indígena (1831) comenzó un proceso atroz que siguió con el alambrado de los campos consolidando la injusticia del latifundio. La pradera, sin embargo conservó la memoria de una propuesta solidaria, multicultural. Artigas no es un milagro inexplicable, no es la perfección de un tiempo imperfecto. Es la expresión de la alianza en pie de igualdad de los pueblos originarios no imperiales con los afroamericanos, las nuevas comunidades indio cristianas, los criollos discriminados, los mestizos y los mulatos, todos ellos enfrentados a la opresión colonial y a la opresión de las nuevas oligarquías criollas en alianza con Inglaterra.Las primeras acciones libertarias en las trece colonias norteamericanas, en pleno siglo XVIII, las emprendieron patriotas disfrazados de indios; en los fogones artiguistas se cantaba: “Cielito clelo que sí/tómense su chocolate/aquí somos puros indios/ y sólo tomamos mate”, y se usaba la vincha blanca porque el blanco era el color charrúa para la declaratoria de la guerra. Cuando el artiguismo fue desterrado, San Martín le dijo a las provincias: “un genio maléfico os ha inspirado la idea de federación”, y Rivera, justificando el genocidio indígena, comparaba a los charrúas con los iroqueses para explicar porqué su destrucción era inevitable.

Los últimos charrúas.

Los sufrimientos padecidos por un grupo de charrúas, que fueron objeto de curiosidad y manipulación francesa, guardan como único reconocimiento un homenaje y una historia poco difundida que el monumento a Los Ultimos Charrúas, ubicado en el Prado de Montevideo nos revela. Esta obra estuvo a cargo de tres escultores uruguayos: Edmundo Prati, Gervasio Furest Muñoz y Enrique Lussich. El material empleado fue bronce y para el basamento se utilizó granito rosado. El monumento, iniciativa de Baltasar Brum, en 1930, quedó terminado recién en 1938. En él se representa al grupo de cuatro Charrúas, con sus vestimentas características, que rodean un fogón en el que se calienta un caldero. A la izquierda se observa al curandero Senacua Senaqué, que sentado sostiene un mate en la mano derecha. Detrás, de pie, el cacique Vaimaca Pirú, le sigue María Micaela Guyunusa, sentada, con una niña en su falda. Delante de ella se encuentra la figura del guerrero Laureano Tacuabé Martínez. El monumento lleva una placa con el título “Indios Charrúas”.

Estos cuatro indígenas del territorio oriental integraron un grupo llevado a Francia por el capitán François Curel, presidente del Colegio Oriental de Montevideo. Los charrúas partieron el 25 de febrero de 1833. El argumento del capitán francés para el traslado de los indios fue variado: presentarlos ante el rey de Francia, sociedades científicas, personas distinguidas e ilustres y realizarles estudios antropológicos. Pero las intenciones resultaron otras, pues en el mes de mayo, ni bien llegaron a la ciudad luz, los Charrúas fueros exhibidos como una rara especie de animales y para ello se instaló una toldería. La posibilidad de observarlos consistía en el pago de cinco francos.

Vaimaca tenía 55 años, fue soldado de Artigas y estuvo luego al mando de las huestes de Rivera. Tenía una relación muy estrecha con Senaqué, médico indígena y jefe religioso, que en el momento de la partida se estima tendría entre 56 y 57 años. Ambos no se adaptaron al cambio de ambiente, extrañaron a su familia y no soportaron los malos tratos, dejándose morir, sumidos en la depresión. Las causas de la muerte de Senaqué  fueron fiebre, cansancio y debilidad. Dos meses más tarde y en iguales condiciones dejó de existir Vaimaca. Guyunusa, de 26 años, a los cuatro meses del arribo a París, dio a luz una niña, hija de Vaimaca Pirú. Ellas dos, junto a Tacuabé (23 años) fueron liberados gracias a la gestión de un grupo de damas horrorizadas por el trato dado a los indígenas. Guyunusa murió de tuberculosis en el Hospital de Lyon, en julio de 1834. Tacuabé huyó con la niña, desconociéndose su paradero.

Los charrúas.

Los charrúas fueron un pueblo indígena originario del territorio delimitado por el Río de la Plata, el río Uruguay hasta el río Ibicuy (sur de Brasil en América del Sur). Posteriormente a la invasión española, algunas familias se desplazaron hacia zonas meridionales de la Mesopotamia argentina y quizás zonas costeras del río Paraná medio. Junto con los chanaes, los guenoas y los yaros, los primeros habitantes históricamente conocidos de las tierras del actual territorio del Uruguay. Los charrúas también habitaron el centro-este de la provincia de Entre Ríos, el sureste de la provincia de Corrientes y la campaña riograndense (las ‘pampas’ de Río Grande del Sur). Asimismo, otra parcialidad de los charrúas (los martidanes) vivía en Entre Ríos, Argentina de la que se conoce muy poco. Además de los charrúas propiamente dichos, pertenecían al mismo grupo étnico los minuanes y los guenoas que formaban un mismo grupo también denominado guinuanes. Los bohanes son considerados por algunos estudiosos como relacionados a los yaros de origen káingang y por otros como integrantes del grupo charrúa. Los chaná-timbú-beguá, muy parecidos a los charrúas, eran posiblemente, el producto de reiterados mestizajes y aculturaciones entre pámpidos y láguidos, en las costas paranaenses de la provincia de Santa Fe habitaban los calchines quienes también son considerados de filiación charrúa.

Al momento de la llegada de los españoles, los charrúas dentro del actual territorio uruguayo ocupaban el área al norte y al sur del Río Negro (o Hum) y se acercaban a la costa en el actual departamento de Rocha. Los minuanes estaban en la costa argentina del río Uruguay al norte de la desembocadura del Río Negro. Los actuales departamentos uruguayos de Río Negro y Durazno eran ocupados por los yaros. Los bohanes se hallaban en los departamentos de Paysandú y Salto, sin embargo, algunos mapas jesuíticos los ubican en Entre Ríos, por lo que es posible que algunas de sus parcialidades hayan cruzado el río Uruguay. Los guenoas estaban en la zona de los departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo extendiéndose también por el el río Ibicuy, al sur del Brasil. Posteriormente a la fundación de Montevideo, los charrúas se desplazaron hacia el norte absorbiendo a yaros, bohanes, guenoas, chanás y minuanes quedando prácticamente confundidos con ellos, por lo que usualmente se les ha designado a todos estos grupos genéricamente como charrúas. La mujer charrúa nativa la que se relacionó con los hombres europeos y dio origen a los primeros mestizos, que en general, adoptaron una cultura intermedia y fueron conocidos como “gauchos”, en el caso de los hombres, o “chinas”, en el caso de las mujeres. Estas últimas continuaron viviendo en las tolderías charrúas, y a su vez, se siguieron mezclando con los colonizadores blancos así como también con guaraníes, complejizando aún más el proceso de mestizaje.

En el momento de la conquista española su modo de producción era cazador-recolector, aunque rápidamente supieron desarrollar un complejo ecuestre y, con este, una cierta ganadería basada en los bovinos y equinos. Dado el modo de producción (cazador-recolector) era una etnia (2) de “nómadas” -como lo eran casi todos los otros pampidos-, por lo que los únicos vestigios materiales de su civilización son pequeñas vasijas de barro así como parte de sus armas típicas, lanzas, flechas y boleadoras, esta última uno de los objetos más típicos de la región. Estaban conformadas por dos o tres bolas de piedra, unidas por un trozo de cuero de aproximadamente un metro, en un nudo común. Eran utilizadas para cazar principalmente el ñandú, ave típica de la mayor parte del Cono Sur, similar al avestruz pero de menor tamaño.

Opusieron tenaz resistencia a la colonización española, siendo el primer episodio conocido la muerte de Juan Díaz de Solís durante su descubrimiento del Río de la Plata, aunque, según los cronistas españoles, Solís padeció ante una “tribu antropófaga”. Dado que la antropofagia es prácticamente desconocida en la etnia charrúa, muchos suponen que la muerte de Solís puede haberse debido a un grupo de linaje amazónido que se encontraba en ese entonces merodeando las riberas platenses, sin embargo tradicionalmente se ha atribuido a los charrúas este hecho. El cronista de la expedición del adelantado Pedro de Mendoza, Ulrico Scmidel, describió a los charrúas en su obra Viaje al Río de la Plata’llamándolos zechuruass: “Así pues, con el favor de Dios llegamos al Rio de la Platta el año 1535. Allí nos encontramos con un pueblo de indios llamados zechuruass que constaba como de unos 2.000 hombres, y que no tenían más de comer que pescado y carne. Estos al llegar nosotros, habían abandonado el pueblo huyendo con mujeres e hijos, de suerte que no pudimos dar con ellos. Esta nación de indios se anda en cueros vivos, mientras que sus mujeres se tapan las vergüenzas con un paño de algodón que les cubre desde el ombligo hasta la rodilla.”

La epopeya de la oposición a la conquista española por parte de esta etnia ha dado lugar a varias obras literarias, como la conocida Tabaré, escrita por el poeta uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. Los charrúas supieron revistar entre las tropas del prócer José Gervasio Artigas, ya contra los españoles, ya contra los portugueses, ya contra los brasileños. A mediados del siglo XVIII, fueron fuertemente diezmados en la campaña punitiva llevada a cabo por José de Andonaegui. En 1715 la expedición del teniente García de Piedrabuena menciona que encontró sobre el arroyo Calá en Entre Ríos, 25 toldos de yaros y bohanes. En noviembre de 1749, el teniente de gobernador de la ciudad de Santa Fe, Francisco Antonio de Vera Mujica aprehendió 339 charrúas que habían escapado del territorio uruguayo, entre ellos los caciques Maigualen, Gleubilbe y Dóienalnaegc, que fueron trasladados a las cercanías del río Salado en Santa Fe, dando origen al pueblo de Nuestra Señora de la Concepción de Cayastá fundado el 17 de setiembre de 1750 en el lugar donde estuvo situada la primitiva ciudad de Santa Fe (Santa Fe de Luyando) y la efímera reducción de San Francisco Javier de los mocovíes en 1743. Otra expedición de Vera Mujica en enero de 1752 sobre la provincia de Entre Ríos, tomó prisioneros a 53 charrúas que fueron repartidos entre los expedicionarios para su servidumbre. La reducción de Nuestra Señora de la Concepción de Cayastá desapareció hacia 1820.

El genocidio de Salsipuedes.

Esta actitud persistente hizo que fueran paulatinamente diezmados, hasta culminar en 1831 con la matanza a orillas del Arroyo Salsipuedes perpetrada por el Gral. Fructuoso Rivera, primer Presidente del Uruguay y su sobrino Bernabé. Esta matanza, fue organizada en virtud a un acuerdo realizado por el Gral. Rivera con los Portugueses. El mismo consistió en la entrega de tierras del Uruguay a los portugueses, las que hoy se extienden desde la actual frontera con Brasil (Laguna Merín) hasta la actual Ciudad de Porto Alegre, a cambio de mantener la “Paz” y asegurar el liderazo de Fructuoso Rivera, logrando así ser el primer Presidente del Uruguay. De esa matanza escaparon muy pocos individuos —básicamente quienes, desconfiando de sus intenciones, no concurrieron al encuentro propuesto por Rivera— y se los tuvo por exterminados a partir de un episodio muy triste en la historia uruguaya: el envío a París, a efectos de ser estudiados, de Los últimos charrúas, pequeño grupo formado por una mujer y tres hombres. Sus nombres eran Senaqué, Tacuavé, Vaimaca Perú y Guyunusa. Un caso aparte fueron los niños pequeños que fueron repartidos como criados (siervos) de las familias de origen europeo.

Supervivencias culturales.

En el año 2002 los restos del jefe Vaimaca Perú fueron traídos desde Francia y recibieron sepultura en el Panteón Nacional, en un gesto que ha motivado protestas de grupos que buscan honrar la memoria de los primeros habitantes del lugar. En particular, debe mencionarse que existen numerosos descendientes de aquella nación, aunque sean un pequeño porcentaje de la población uruguaya. Se concentran, sobre todo, en la ciudad de Guichón, cercana a la zona dónde se perpetró la matanza. En las costas del Paraná medio, en territorios de la provincia argentina de Santa Fe habitaban los calchines (no confundir por paronomasia con “calchaquíes”), pequeña parcialidad que se considera era de etnia charrúa, aunque probablemente mixogenizada con otro pueblo afín, el de los ya mencionados chanás. Dado que la de los charrúas fueron la etnia más conspicua que habitó el territorio de la actual Uruguay, coloquialmente los uruguayos u orientales son llamados “charrúas”. En la actualidad y de acuerdo recientes estudios del ADN , se establece que más del 40 % de la población del Uruguay tiene sangre Charrúa. Asimismo, en la provincia de Entre Ríos en Argentina, existen grupos de descendientes de charrúas mestizados que se encuentran en proceso de recuperación cultural, en las ciudades de Villaguay y Nogoyá.

(*) Fuentes: Nuevos datos sobre el destino de Tacuavé y la hija de Guyunusa Darío Arce Asenjo.

 

2 pensamiento sobre “Guyunusa, Tacuabé, Senaqué y Vaimaca: los últimos charrúas.

  1. Mauricio Aliskevicius

    Agradecería que agreguen mi comentario que en realidad es una información complementaria a este buen artículo sobre los charrúas. Está en la página de Facebook de la autora y aclara motivos de ciertos hechos relacionados con esta parte de nuestra historia.

Responder a Mauricio Aliskevicius Cancelar la respuesta