Del lenguaje binario a la inteligencia artificial.

Anna Donner ©®

Pensamiento en Blanco y Negro: Lógica Binaria.

La arquitectura de un computador, está basada en un conjunto de circuitos integrados, los cuales toman solamente DOS posibles valores:

(Apagado) (0) (La corriente no pasa) (Falso)

(Prendido) (1) (La corriente pasa) (Verdadero)

El único lenguaje comprensible por el computador es Apagado-Prendido (0, 1).

Lenguaje de programación: Conjunto de instrucciones que cumplen determinadas reglas sintácticas, con las cuales indicamos un conjunto de acciones a ser llevadas a cabo por el computador. Existe un intermediario (Compilador), que (le) traduce el lenguaje de programación a “código de máquina”, a fin de ser “comprensible” por el computador – (Unos y Ceros)

Supongamos un robot. (El computador es una especie de robot).

Nos encomiendan diseñar un robot destinado a un fin específico. Es necesaria su Programación. Es decir, el robot “lee” una LISTA de TAREAS que debe realizar, en secuencia.

La Lista de Tareas es un tanto acotada.

A un robot se le puede decir “Lea (Mire; Vea), “algo” exterior a él.

Cuando el robot “Ve”, hace un “lugar” en su “memoria” para “recordar” ese “algo” que vio, dicho de otro modo; está haciendo una ENTRADA de “algo” en su memoria.

A un robot se le puede decir “Escriba (Diga; Muestre), “algo” interior de él.

Cuando el robot “Muestra” se dice que está haciendo una SALIDA de “algo” de su memoria.

Estas dos TAREAS establecen el NEXO o COMUNICACIÓN del robot con su “exterior”.

Pero, también existen TAREAS “internas” del robot para lograr determinado objetivo (“razonamiento”).

Por supuesto, no se le puede pedir mucho “razonamiento” a un robot.

El robot puede hacer algunas operaciones aritméticas (suma, resta, multiplicación, división, etc), y también puede hacer operaciones lógicas. (es decir, “formularse preguntas” usando el “Y” y/o el “O”).

Por último el robot puede “preguntar” y tendrá una respuesta “SI” y otra “NO” de acuerdo a lo que esté “preguntando”. (Establece una CONDICIÓN que o SI se cumple o NO se cumple).

Pero, como somos seres humanos, no robots, no pensamos en blanco y negro, no pensamos en “binario”.

Nuestro pensamiento y razonamiento es bastante más complejo que el de un robot. Existen Imponderables, Imprevistos, Incidentes, y si no se evalúan TODOS Y CADA UNO DE ELLOS, no se puede tomar CORRECTAMENTE ninguna decisión.

De todos modos, cuando un ser humano entra a Universalizar y/o Absolutizar, no está haciendo otra cosa que “pensar en binario”.

Por lo tanto, es justamente, el “pensamiento binario” el PRINCIPAL escollo de TODOS los dilemas existenciales.

Dicho de otro modo, Entre un SI y un NO, existe un SI pero con algo de NO, Mitad SI Mitad No, NO pero con algo de SI, y así existen INFINITAS POSIBILIDADES.

Dicho de otro modo, existen mil “variantes” (o variables) a la hora de ANALIZAR “algo”. Los seres humanos no deberían razonar en “binario”, mas existen posturas absolutistas y radicales que; lamentablemente, SI razonan en “binario”, y eluden el vasto, amplio e infinito espectro de variantes, imponderables, imprevistos.

¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo? ¿Y cómo será el mundo en los milenios venideros?

En el libro “De animales a dioses” se traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y a veces devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado: la cognitiva, la agrícola y la científica. A partir de hallazgos de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología, la paleontología o la economía, se explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado nuestra sociedad, los animales y las plantas que nos rodean e incluso nuestras personalidades. ¿Hemos ganado en felicidad a medida que ha avanzado la historia? ¿Seremos capaces de liberar alguna vez nuestra conducta de la herencia del pasado? ¿Podemos hacer algo para influir en los siglos futuros?

  1. La línea temporal de la historia.

Años antes del presente

13.500 millones Aparecen la materia y la energía. Inicio de la física. Aparecen los átomos y las moléculas. Inicio de la química.

4.500 millones Formación del planeta Tierra.

3.800 millones Aparición de los organismos. Inicio de la biología.

6 millones Última abuela común de humanos y chimpancés.

2,5 millones Evolución del género Homo en África. Primeros utensilios líticos.

2 millones Los humanos se extienden desde África a Eurasia. Evolución de las diferentes especies humanas.

500.000 Los neandertales aparecen por evolución en Europa y Oriente Próximo.

300.000 Uso cotidiano del fuego.

200.000 Aparición de Homo sapiens por evolución en África oriental.

70.000 La revolución cognitiva. Aparición de lenguaje ficticio. Inicio de la historia. Los sapiens se extienden fuera de África.

45.000 Los sapiens colonizan Australia. Extinción de la megafauna australiana.

30.000 Extinción de los neandertales.

16.000 Los sapiens colonizan América. Extinción de la megafauna americana.

13.000 Homo sapiens es la única especie humana superviviente.

12.000 La revolución agrícola. Domesticación de plantas y animales. Asentamientos permanentes.

5.000 Primeros reinos, escritura y dinero. Religiones politeístas.

4.250 Primer imperio: el Imperio acadio de Sargón.

2.500 Invención de la acuñación: dinero universal. El Imperio persa; un orden político universal «para beneficio de todos los humanos». Budismo en la India: una verdad universal «para liberar del sufrimiento a todos los seres».

2.000 Imperio Han en la China. Imperio romano en el Mediterráneo. Cristianismo.

1.400 Islam.

500 La revolución científica. La humanidad admite su ignorancia y empieza a adquirir un poder sin precedentes. Los europeos empiezan a conquistar América y los océanos. Todo el planeta se convierte en una única liza histórica. Auge del capitalismo.

200 La revolución industrial. Familia y comunidad son sustituidas por Estado y mercado. Extinción masiva de plantas y animales.

El presente

Los humanos trascienden los límites del planeta Tierra. Las armas nucleares amenazan la supervivencia de la humanidad. Los organismos son cada vez más modelados por el diseño inteligente que por la selección natural.

El futuro

¿El diseño inteligente se convierte en el principio básico de la vida? ¿Homo sapiens es sustituido por Superhumanos?

A pesar de sus muchas diferencias, todas las especies humanas comparten varias características distintivas. La más notable es que los humanos tienen un cerebro extraordinariamente grande en comparación con el de otros animales. La más notable es que los humanos tienen un cerebro extraordinariamente grande en comparación con el de otros animales. El hecho de que la evolución seleccionara a favor de cerebros mayores nos puede parecer, digamos, algo obvio. Estamos tan prendados de nuestra elevada inteligencia que asumimos que cuando se trata de potencia cerebral, más tiene que ser mejor. ¿Por qué es el género Homo el único de todo el reino animal que ha aparecido con estas enormes máquinas de pensar? El hecho es que un cerebro colosal es un desgaste colosal en el cuerpo. No es fácil moverlo por ahí, en especial cuando está encerrado en un cráneo enorme. Es incluso más difícil de aprovisionar. Los humanos arcaicos pagaron por su gran cerebro de dos maneras. En primer lugar, pasaban más tiempo en busca de comida. En segundo lugar, sus músculos se atrofiaron. Al igual que un gobierno que reduce el presupuesto de defensa para aumentar el de educación, los humanos desviaron energía desde los bíceps a las neuronas. Hoy en día nuestro gran cerebro nos compensa magníficamente, porque podemos producir automóviles y fusiles que nos permiten desplazarnos mucho más deprisa que los chimpancés y dispararles desde una distancia segura en lugar de pelear con ellos. Pero coches y armas son un fenómeno reciente. Durante más de dos millones de años, las redes neuronales humanas no cesaron de crecer, aunque dejando aparte algunos cuchillos de pedernal y palos aguzados, los humanos tenían muy poca cosa que mostrar. ¿Qué fue entonces lo que impulsó la evolución del enorme cerebro humano durante estos dos millones de años? Francamente, no lo sabemos.

La aparición de nuevas maneras de pensar y comunicarse, hace entre 70.000 y 30.000 años, constituye la revolución cognitiva. ¿Qué la causó? No estamos seguros. La teoría más ampliamente compartida aduce que mutaciones genéticas accidentales cambiaron las conexiones internas del cerebro de los sapiens, lo que les permitió pensar de maneras sin precedentes y comunicarse utilizando un tipo de lenguaje totalmente nuevo. Podemos llamarla la mutación del árbol del saber. ¿Por qué tuvo lugar en el ADN de los sapiens y no en el de los neandertales? Fue algo totalmente aleatorio, hasta donde podemos decir. Pero es más importante comprender las consecuencias de la mutación del árbol del saber que sus causas. ¿Qué es lo que tenía de tan especial el nuevo lenguaje de los sapiens que nos permitió conquistar el mundo? La respuesta más común es que nuestro lenguaje es asombrosamente flexible. Podemos combinar un número limitado de sonidos y señales para producir un número infinito de frases, cada una con un significado distinto. Por ello podemos absorber, almacenar y comunicar una cantidad de información prodigiosa acerca del mundo que nos rodea. Una segunda teoría plantea que nuestro lenguaje único evolucionó como un medio de compartir información sobre el mundo. Pero la información más importante que era necesaria transmitir era acerca de los humanos, no acerca de los leones y los bisontes. Nuestro lenguaje evolucionó como una variante de chismorreo. Según esta teoría, Homo sapiens es ante todo un animal social. La cooperación social es nuestra clave para la supervivencia y la reproducción. No basta con que algunos hombres y mujeres sepan el paradero de los leones y los bisontes. Para ellos es mucho más importante saber quién de su tropilla odia a quién, quién duerme con quién, quién es honesto y quién es un tramposo. La teoría del chismorreo puede parecer una broma, pero hay numerosos estudios que la respaldan. Incluso hoy en día la inmensa mayoría de la comunicación humana (ya sea en forma de mensajes de correo electrónico, de llamadas telefónicas o de columnas de periódicos) es chismorreo. Es algo que nos resulta tan natural que parece como si nuestro lenguaje hubiera evolucionado para este único propósito. Pero la característica realmente única de nuestro lenguaje no es la capacidad de transmitir información sobre los hombres y los leones. Más bien es la capacidad de transmitir información acerca de cosas que no existen en absoluto. Hasta donde sabemos, solo los sapiens pueden hablar acerca de tipos enteros de entidades que nunca han visto, ni tocado ni olido. Leyendas, mitos, dioses y religiones aparecieron por primera vez con la revolución cognitiva.

  1. Sobrecarga de Memoria.

La evolución no dotó a los humanos con la capacidad de jugar al fútbol. Es cierto que produjo piernas para patear, codos para cometer faltas y boca para maldecir, pero todo lo que esto nos permite hacer es quizá practicar nosotros mismos patadas que terminen en un penal. Para jugar un partido con los extraños que encontramos en el patio del colegio cualquier tarde, no solo tenemos que actuar en concierto con diez compañeros de equipo que puede que nunca hayamos conocido antes, también necesitamos saber que los once jugadores del equipo contrario juegan siguiendo las mismas reglas.  Las reglas del fútbol son relativamente simples y concisas. Cada jugador puede almacenarlas fácilmente en su cerebro y tener todavía espacio para canciones, imágenes y listas de compra. Sin embargo, los grandes sistemas de cooperación que implican no a veintidós, sino a miles o incluso millones de humanos, precisan el manejo y almacenamiento de enormes cantidades de información, mucha más de la que un único cerebro humano puede contener y procesar. Debido a que el orden social de los sapiens es imaginado, los humanos no pueden conservar la información crítica para hacerlo funcionar mediante el simple expediente de hacer copias de su ADN y de transmitirlas a su progenie. Hay que hacer un esfuerzo sustancial para mantener leyes, costumbres, procedimientos, conductas, pues, de otro modo, el orden social se hundiría rápidamente. Los imperios generan cantidades enormes de información. Más allá de las leyes, los imperios han de llevar las cuentas de transacciones e impuestos, inventarios de suministros militares y de barcos mercantes, y calendarios de festivales y victorias. Durante millones de años, la gente almacenó la información en un único lugar: su cerebro. Lamentablemente, el cerebro humano no es un buen dispositivo de almacenamiento para bases de datos del tamaño de imperios por tres razones principales. En primer lugar, su capacidad es limitada. En segundo lugar, los humanos mueren, y su cerebro muere con ellos. Cualquier información almacenada en un cerebro se borrará en menos de un siglo. Desde luego, es posible transmitir memorias de un cerebro a otro, pero después de unas pocas transmisiones la información tiende a mutilarse o perderse. En tercer lugar, y más importante, el cerebro humano se ha adaptado a almacenar y procesar solo tipos concretos de información. Con el fin de sobrevivir, los antiguos cazadores recolectores tenían que recordar las formas, cualidades y pautas de comportamiento de miles de especies de plantas y animales. Tenían que recordar que una seta arrugada y amarilla que crecía en otoño bajo un olmo es con toda probabilidad venenosa, mientras que una seta de aspecto parecido que crecía en invierno bajo un roble es un buen remedio para el dolor de estómago. Los cazadores-recolectores debían también tener presente las opiniones y relaciones de varias decenas de miembros de la banda. Si Lucía necesitaba la ayuda de un miembro de la banda para conseguir que Juan dejara de molestarla, era importante que recordara que la semana anterior Juan había reñido con María, que entonces se convertiría en una aliada probable y entusiasta. En consecuencia, las presiones evolutivas han adaptado el cerebro humano a almacenar cantidades inmensas de información botánica, zoológica, topográfica y social. Pero cuando empezaron a aparecer sociedades particularmente complejas como consecuencia de la revolución agrícola, se hizo vital un tipo completamente nuevo de información: los números. Los cazadores recolectores no se vieron nunca obligados a manejar una gran cantidad de datos matemáticos. Ningún cazador recolector necesitaba recordar, pongamos por caso, el número de frutos en cada árbol del bosque. De modo que el cerebro humano no se adaptó a almacenar y procesar números. Pero para mantener un reino grande, los datos matemáticos eran vitales. Nunca fue suficiente legislar leyes y contar relatos acerca de dioses guardianes. También había que recaudar impuestos. Con el fin de exigir impuestos a cientos de miles de personas, era imperativo acopiar datos acerca de sus ingresos y posesiones; datos acerca de los pagos efectuados; datos acerca de atrasos, deudas y multas; datos acerca de descuentos y exenciones. Todo esto sumaba millones de datos, que había que almacenar y procesar. Sin esta capacidad, el Estado nunca sabría de qué recursos disponía y qué otros recursos podía obtener. Cuando se enfrentaban a la necesidad de memorizar, recordar y manejar todos estos números, la mayoría de los cerebros humanos se sobrecargaban o se dormían. Esta limitación mental restringía gravemente el tamaño y la complejidad de los colectivos humanos. Cuando la cantidad de gente y de propiedades de una determinada sociedad cruzaba un umbral crítico, se hacía necesario almacenar y procesar grandes cantidades de datos matemáticos. Puesto que el cerebro humano no podía hacerlo, el sistema se desplomaba.

  1. El Lenguaje de los Números.

A medida que pasaban los siglos, los métodos burocráticos de procesamiento de datos se hacían cada vez más diferentes del modo en que los seres humanos piensan de manera natural… y cada vez más importantes. Un paso fundamental se dio en algún momento anterior al siglo IX d.C., cuando se inventó una nueva escritura parcial, que podía almacenar y procesar datos matemáticos con una eficiencia sin precedentes. Esta escritura parcial se componía de diez signos, que representaban los números del 0 al 9.Todo fragmento de información que pueda traducirse en escritura matemática se almacena, se difunde y se procesa con una velocidad y eficiencia asombrosas. Por lo tanto, una persona que desee influir en las decisiones de gobiernos, organizaciones y compañías ha de aprender a hablar en números. Los expertos hacen lo que pueden para traducir ideas uniformes tales como «pobreza», «felicidad» y «honestidad» en números («la línea de la pobreza», «niveles de bienestar subjetivos», «calificación del crédito»). Campos enteros del conocimiento, como la física y la ingeniería, han perdido casi todo contacto con el lenguaje hablado humano, y se expresan únicamente a través de la escritura matemática. Más recientemente, la escritura matemática ha dado origen a un sistema de escritura todavía más revolucionario, una escritura informática binaria que consiste únicamente en dos signos: 0 y 1. Las palabras que ahora tecleo en mi teclado se escriben en el interior de mi computadora mediante diferentes combinaciones de 0 y 1. La escritura nació como la criada de la conciencia humana, pero cada vez más se está convirtiendo en su dueña y señora. Nuestros ordenadores tienen dificultades para comprender cómo Homo sapiens habla, siente y sueña. De manera que enseñamos a Homo sapiens a hablar, sentir y soñar en el idioma de los números, que las computadoras pueden comprender. Y este no es el final de la historia. El campo de la inteligencia artificial busca crear un nuevo tipo de inteligencia basada únicamente en la escritura binaria de los ordenadores.

  1. La Revolución Industrial.

La revolución industrial trajo consigo decenas de trastornos importantes en la sociedad humana. Adaptarse al tiempo industrial es solo uno de ellos. Otros ejemplos notables incluyen la urbanización, la desaparición del campesinado, la aparición y el aumento del proletariado industrial, la atribución de poder a la persona común, la democratización, la cultura juvenil y la desintegración del patriarcado. Pero todos estos trastornos quedan empequeñecidos por la revolución social más trascendental que jamás haya acaecido a la humanidad: el desplome de la familia y de la comunidad local y su sustitución por el Estado y el mercado. Hasta donde podemos saber, desde los tiempos más tempranos, hace más de un millón de años, los humanos vivían en comunidades pequeñas e íntimas, la mayoría de cuyos miembros estaban emparentados. La revolución cognitiva y la revolución agrícola no cambiaron esta situación. Agruparon familias y comunidades para crear tribus, ciudades, reinos e imperios, pero las familias y las comunidades siguieron siendo las piezas básicas de todas las sociedades humanas. La revolución industrial, en cambio, consiguió en poco menos de dos siglos desmenuzar estas piezas en átomos, y la mayor parte de las funciones tradicionales de las familias y las comunidades quedaron en manos de los estados y los mercados.

La revolución industrial abrió el camino a una larga cola de experimentos de ingeniería social y a una serie todavía más larga de cambios no premeditados en la vida cotidiana y en la mentalidad humana. Un ejemplo entre muchos es la sustitución de los ritmos de la agricultura tradicional por el horario uniforme y preciso de la industria. La agricultura tradicional dependía de los ciclos de tiempo natural y el crecimiento orgánico. La mayoría de las sociedades eran incapaces de efectuar mediciones precisas del tiempo, y tampoco estaban demasiado interesadas en hacerlo. El mundo se ocupaba de sus quehaceres sin relojes ni horarios, sometido únicamente a los movimientos del Sol y a los ciclos de crecimiento de las plantas. No había una jornada laboral uniforme, y todas las rutinas cambiaban drásticamente de una estación a la siguiente. La gente sabía dónde estaba el Sol, y observaba ansiosa los posibles augurios de la estación de las lluvias y del tiempo de la cosecha, pero no sabían la hora y apenas se preocupaban por el año. A la industria moderna le preocupa muy poco el Sol o las estaciones. Santifica la precisión y la uniformidad. En un taller medieval cada zapatero producía un zapato completo, desde la suela a la hebilla. Si un zapatero aparecía tarde en el trabajo, no afectaba al trabajo de los demás. Sin embargo, en la cadena de montaje de una fábrica de zapatos moderna, cada obrero opera una máquina que produce solo una pequeña parte de un zapato, que después pasa a la máquina siguiente. Si el trabajador que opera la máquina n.º 5 se ha dormido, esto detiene todas las demás máquinas. Con el fin de evitar estos percances, todos deben adoptar un horario preciso. Cada obrero llega al trabajo exactamente a la misma hora. Todos hacen la pausa para comer a la misma hora, tengan o no tengan hambre. Todos vuelven a casa cuando una sirena anuncia que el turno ha terminado, no cuando han acabado su proyecto. La revolución industrial transformó el horario y la cadena de montaje en un patrón para casi todas las actividades humanas. Poco después de que las fábricas impusieran sus horarios al comportamiento humano, también las escuelas adoptaron horarios precisos, y las siguieron los hospitales, las oficinas del gobierno y las tiendas de comercio. Incluso en lugares desprovistos de cadenas de montaje y de máquinas, el horario se convirtió en el rey. Este inicio modesto generó una red global de horarios, sincronizados hasta las más pequeñas fracciones de segundo. Cuando los medios de comunicación (primero la radio y después la televisión) hicieron su debut, entraron en un mundo de horarios y se convirtieron en sus principales evangelistas y difusores. Entre las primeras cosas que las emisoras de radio transmitían figuraban las señales horarias, pitidos que permitían a los poblados alejados y a los buques en alta mar poner en hora sus relojes. Posteriormente, las emisoras de radio adoptaron la costumbre de emitir las noticias cada hora. En la actualidad, lo primero que se oye en cualquier noticiario (más importante incluso que el estallido de una guerra) es la hora. La revolución industrial trajo consigo decenas de trastornos importantes en la sociedad humana. Adaptarse al tiempo industrial es solo uno de ellos. Otros ejemplos notables incluyen la urbanización, la desaparición del campesinado, la aparición y el aumento del proletariado industrial, la atribución de poder a la persona común, la democratización, la cultura juvenil y la desintegración del patriarcado. Pero todos estos trastornos quedan empequeñecidos por la revolución social más trascendental que jamás haya acaecido a la humanidad: el desplome de la familia y de la comunidad local y su sustitución por el Estado y el mercado.

  1. La Felicidad.

Los últimos 500 años han sido testigos de una serie de revoluciones pasmosas. La Tierra se ha unido en una única esfera ecológica e histórica. La economía ha crecido de forma exponencial, y en la actualidad la humanidad goza del tipo de riqueza que solía ser propia de los cuentos de hadas. La ciencia y la revolución industrial han conferido a la humanidad poderes sobrehumanos y una energía prácticamente ilimitada. El orden social se ha transformado por completo, como lo han hecho la política, la vida cotidiana y la psicología humana. Pero ¿somos más felices? Las riquezas que la humanidad ha acumulado a lo largo de los cinco últimos siglos, ¿se han traducido en nuevas satisfacciones? El descubrimiento de recursos energéticos inagotables, ¿ha abierto ante nosotros almacenes inagotables de dicha? Si la gente es más rica y está más sana, entonces también tiene que ser más feliz. Pero ¿es esto realmente tan obvio? Filósofos, sacerdotes y poetas han meditado durante milenios sobre la naturaleza de la felicidad, y muchos han llegado a la conclusión de que los factores sociales, éticos y espirituales tienen un impacto tan grande sobre nuestra felicidad como las condiciones materiales. ¿Acaso en las sociedades opulentas modernas la gente padece mucho debido a la alienación y a la vacuidad, a pesar de su prosperidad? ¿Y quizá nuestros antepasados menos prósperos encontraban gran satisfacción en la comunidad, la religión y los lazos con la naturaleza? En décadas recientes, psicólogos y biólogos han aceptado el reto de estudiar científicamente aquello que hace realmente que la gente sea feliz. ¿Es el dinero, la familia, la genética, o quizá la virtud? El primer paso es definir qué es lo que se medirá. La definición generalmente aceptada de felicidad es «bienestar subjetivo». La felicidad, según esta concepción, es algo que siento en mi interior, una sensación o bien de placer inmediato, o bien de satisfacción a largo plazo con la manera como se desarrolla mi vida. Si es algo que se siente dentro, ¿cómo puede medirse desde fuera? Presumiblemente podemos hacerlo preguntando a la gente que nos diga cómo se siente. De modo que los psicólogos o biólogos que quieren evaluar lo feliz que se siente la gente proporcionan cuestionarios para que los contesten y luego puntúan los resultados. Por lo general, un cuestionario subjetivo del bienestar pide a los entrevistados que indiquen, en una escala del 0 al 10, su conformidad con afirmaciones tales como: «Me gusta ser como soy», «Siento que la vida es muy gratificante», «Soy optimista con respecto al futuro» y «La vida es buena». A continuación, el investigador suma todas las respuestas y calcula el nivel general de bienestar subjetivo del entrevistado. Dichos cuestionarios se emplean para correlacionar la felicidad con varios factores objetivos. Un estudio puede comparar 1.000 personas que ganan 100.000 euros anuales con 1.000 personas que ganan 50.000 euros. Si el estudio descubre que el primer grupo tiene un nivel de bienestar subjetivo de 8,7, mientras que el segundo tiene un promedio de solo 7,3, el investigador puede concluir razonablemente que existe una correlación positiva entre la riqueza y el bienestar subjetivo. Para llanamente: el dinero da la felicidad. Puede utilizarse el mismo método para investigar si la gente que vive en democracias es más feliz que la que vive en dictaduras, y si los casados son más felices que los solteros, los divorciados o los viudos. Esta manera de pensar no es perfecta. Una conclusión interesante es que el dinero produce realmente la felicidad. Pero solo hasta cierto punto, y pasado dicho punto carece de importancia. Para la gente situada en la base de la escala económica, más dinero significa mayor felicidad. Imagine el lector que es una madre soltera española cuyos ingresos son 12.000 euros anuales limpiando casas y de golpe gana 500.000 euros en la lotería, probablemente experimentará un aumento importante y a largo plazo del bienestar subjetivo. Podrá dar de comer y vestir a sus hijos sin hundirse más en las deudas. Sin embargo, si el lector es un alto ejecutivo con ingresos del orden de los 250.000 euros anuales y gana 1 millón de euros en la lotería, o si el consejo de dirección de su empresa decide de repente doblarle el salario, es probable que su aumento de bienestar subjetivo dure solo unas pocas semanas. Otro resultado interesante es que la enfermedad reduce la felicidad a corto plazo, pero solo es causa de aflicción a largo plazo si la salud de una persona se deteriora constantemente o si la enfermedad implica dolor progresivo y debilitante. Las personas a las que se les diagnostican enfermedades crónicas como la diabetes, suelen deprimirse durante un tiempo, pero si la enfermedad no empeora se adaptan a la nueva situación y valoran su felicidad tan alta como la gente sana. Sin embargo, el hallazgo más importante de todos es que la felicidad no depende realmente de condiciones objetivas, ni de la riqueza, la salud o incluso la comunidad. Depende, más bien, de la correlación entre las condiciones objetivas y las expectativas subjetivas. Si uno quiere un carro de bueyes y obtiene un carro de bueyes, está contento. Si uno quiere un Ferrari último modelo y obtiene solo un Fiat de segunda mano, esto lo asimila como una pérdida. Cuando las cosas mejoran, las expectativas aumentan, y en consecuencia mejoras incluso espectaculares en las condiciones objetivas nos pueden dejar insatisfechos. Cuando las cosas empeoran, las expectativas se reducen y en consecuencia una enfermedad grave nos puede dejar tan felices como lo éramos antes. La importancia crucial de las expectativas humanas tiene implicaciones de mucho alcance para comprender la historia de la felicidad. Nosotros, los modernos, tenemos un arsenal de tranquilizantes y analgésicos a nuestro alcance, pero nuestras expectativas de comodidad y placer, y nuestra intolerancia a los inconvenientes y las incomodidades han aumentado hasta tal extremo que es probable que padezcamos más de dolor de lo que nuestros antepasados lo hicieron nunca. Si la felicidad viene determinada por las expectativas, entonces dos pilares de nuestra sociedad (los medios de comunicación y la industria publicitaria) pueden estar vaciando, sin saberlo, los depósitos de satisfacción del planeta. Si el lector fuera un joven de dieciocho años en una pequeña aldea de hace 5.000 años, probablemente pensaría que era bien parecido porque solo había otros 50 hombres en su aldea y la mayoría de ellos eran ancianos, o tenían cicatrices o arrugas, o todavía eran niños pequeños. Pero si el lector es un adolescente en la actualidad, tiene muchas más probabilidades de sentirse incómodo. Incluso si los demás chicos de la escuela son feos, el adolescente no se compara con ellos, sino con las estrellas de cine, atletas y supermodelos que vemos continuamente en la televisión, en Facebook y en las carteleras gigantes. ¿Podría ser, pues, que el descontento del Tercer Mundo no estuviera fomentado únicamente por la pobreza, la enfermedad, la corrupción y la opresión política, sino también por la simple exposición a los estándares del Primer Mundo?

  1. El Fin.

Los sapiens están sometidos a las mismas fuerzas físicas, reacciones químicas y procesos de selección natural que rigen a todos los seres vivos. La selección natural pudo haber proporcionado a Homo sapiens un campo de juego mucho más amplio del que ha dado a cualquier otro organismo, pero este campo tiene todavía sus límites. La consecuencia ha sido que, con independencia de cuáles sean sus esfuerzos y logros, los sapiens son incapaces de librarse de sus límites determinados biológicamente. Sin embargo, en los albores del siglo XXI esta asunción ya no es verdad: Homo sapiens trasciende dichos límites. Ahora está empezando a quebrar las leyes de la selección natural, sustituyéndolas con las leyes del diseño inteligente. Durante cerca de 4.000 millones de años, todos y cada uno de los organismos sobre el planeta evolucionaron sometidos a la selección natural. Ni uno solo fue diseñado por un creador inteligente. Durante miles de millones de años, el diseño inteligente no fue siquiera una opción, porque no había inteligencia que pudiera diseñar cosas. Hoy en día, el régimen de la selección natural, de 4.000 millones de años de antigüedad, se enfrenta a un reto completamente distinto. En los laboratorios de todo el mundo, los científicos están manipulando seres vivos genéticamente. Quebrantan con impunidad las leyes de la selección natural, ni siquiera limitados por las características originales de un organismo. La sustitución de la selección natural por el diseño inteligente podría ocurrir de tres maneras diferentes: mediante ingeniería biológica, mediante ingeniería de cíborgs o mediante la ingeniería de vida inorgánica.

Los cíborgs son seres que combinan partes orgánicas e inorgánicas, como un humano con manos biónicas. En cierto sentido, casi todos somos biónicos hoy en día, puesto que nuestros sentidos y funciones naturales están complementados por dispositivos como gafas, marcapasos, ortóticos e incluso ordenadores y teléfonos móviles (que descargan a nuestro cerebro de algunas de sus tareas de almacenar y procesar datos). Estamos a punto de convertirnos en verdaderos cíborgs, de tener características inorgánicas que sean inseparables de nuestro cuerpo, características que modificarán nuestras capacidades, deseos, personalidades e identidades. El más revolucionario es el intento de diseñar una interfaz directa en dos sentidos cerebro-ordenador que permitirá a los ordenadores leer las señales eléctricas de un cerebro humano y transmitir simultáneamente señales que el cerebro pueda leer a su vez. ¿Qué sucederá si estas interfaces se emplean para conectar directamente un cerebro a internet, o para conectar directamente varios cerebros entre sí, creando de este modo algo así como un internet cerebral? ¿Qué puede ocurrirle a la memoria humana, a la conciencia humana y a la identidad humana si el cerebro tiene acceso directo a un banco de memoria colectivo? En una situación así, un cíborg podría, por ejemplo, recuperar los recuerdos de otro; no oír acerca de ellos, no leerlos en una autobiografía, no imaginarlos, sino recordarlos directamente como si fueran suyos propios. ¿Qué ocurriría con conceptos como el yo y la identidad de género cuando las mentes se volvieran colectivas? ¿Cómo podría uno conocerse a sí mismo o seguir sus sueños si el sueño no estaría ya en su mente, sino en un almacén colectivo de aspiraciones? Un cíborg con estas características no sería humano, ni siquiera orgánico. Sería algo completamente diferente. Sería tan fundamentalmente otro tipo de ser que no podemos siquiera comprender sus implicaciones filosóficas, psicológicas o políticas.

Bibliografía: De animales a dioses. Breve historia de la humanidad. Yuval Noah Harari.

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